La reciente victoria del Partido Laborista en las elecciones británicas ha sido histórica, obteniendo una mayoría de 412 diputados en una Cámara de los Comunes de 650 representantes. El líder del partido, Keir Starmer, cuenta con el mandato, la legitimidad y la fuerza para llevar a cabo los cambios y reformas que ha prometido. Sin embargo, los resultados de las elecciones han revelado grietas significativas que podrían cambiar el panorama político británico.
El sistema bipartidista británico ha garantizado hasta ahora una gobernabilidad cómoda para el vencedor, pero las últimas elecciones han puesto de manifiesto cambios preocupantes. El Partido Reform UK, liderado por el populista de derecha Nigel Farage, ha ganado una cantidad considerable de votos, convirtiéndose en un factor potencialmente preocupante a largo plazo. Además, el renacimiento de los Liberales Demócratas, que se convierten en el tercer grupo parlamentario en número de diputados, pone en cuestión la prevalencia futura de los dos principales partidos en algunas regiones del Reino Unido.
Para comprender la magnitud de estos cambios, es útil comparar las elecciones de 2024 con las anteriores. En las elecciones de 2017, los Conservadores obtuvieron 13,6 millones de votos, mientras que el Partido Laborista, entonces liderado por Jeremy Corbyn, obtuvo 12,8 millones de votos. Siete años después, las cifras son 6,7 millones para los Conservadores y 9,6 millones para el Partido Laborista.
El Partido Reform UK de Farage ha obtenido 4 millones de votos, una cifra significativamente mayor que los casi 600,000 votos que obtuvo el UKIP, la antigua formación de Farage, en 2017. Los Liberales Demócratas también han visto un aumento en su apoyo, pasando de 2,3 millones de votos en 2017 a 3,5 millones en 2024.
Farage ha expresado su confianza en que su partido se beneficiará de cualquier descontento con el gobierno laborista. Los candidatos del Partido Reform UK llegaron en segundo lugar, detrás del Partido Laborista y por delante de los Conservadores, en cerca de 100 circunscripciones del norte de Inglaterra, los territorios que históricamente habían votado siempre al laborismo hasta que fueron seducidos por el Brexit de Boris Johnson. Si el nuevo gobierno laborista no produce mejoras inmediatas y resultados positivos, la ultraderecha podría resurgir en estas áreas.
Las elecciones también han visto un resurgimiento de los Liberales Demócratas. El declive del Partido Conservador ha hecho que los Liberales Demócratas se conviertan en una opción centrista y proeuropea para muchos votantes moderados, especialmente en el sur de Inglaterra.
En cuanto a Escocia, el Partido Nacional Escocés (SNP), cuya líder Nicola Sturgeon fue arrestada por un escándalo de financiación interna, ha perdido gran parte de su apoyo. En 2019, el SNP obtuvo 48 de los 57 escaños que Escocia envía al Parlamento de Westminster. Sin embargo, en 2024, solo lograron 9 representantes.
La victoria del Partido Laborista y Keir Starmer es indiscutible, pero el panorama político británico es cada vez más volátil. Aunque los laboristas han logrado una victoria arrolladora, esta no se ha debido a un cambio estructural en la tendencia del electorado, sino a un deseo de romper con el legado de 14 años de gobiernos conservadores. Ahora, el primer ministro Starmer se enfrenta a la complicada tarea de mantener el apoyo de los votantes y evitar cualquier arrepentimiento sobre su cambio político.