El Reino Unido tiene una larga tradición de celebrar las elecciones como si fueran una gran fiesta. En los clubs políticos de Londres, no es raro ver cómo el whisky fluye libremente mientras los participantes observan los resultados de las elecciones como si estuvieran viendo un emocionante partido de fútbol. Pero en el conservatorio Tory de Pall Mall, el ambiente durante las elecciones de otoño de 2019 fue especialmente jubiloso.
Bajo el liderazgo de Boris Johnson, el partido conservador logró una victoria aplastante, la más grande desde los días dorados de la Thatcher. Incluso las circunscripciones que históricamente siempre habían sido de izquierdas cambiaron de color y votaron por los conservadores. Esta sorprendente victoria fue especialmente notable en el norte de Inglaterra, una región que históricamente ha tenido agravios con los Tories.
Los votantes parecían confiar en la promesa de Boris Johnson de lograr un Brexit exitoso, y esa noche, los conservadores pudieron celebrar que seguían siendo el «partido de la nación», tal como se han considerado desde los tiempos de Disraeli.
Sin embargo, los buenos tiempos para los Tories no duraron mucho. A pesar de su histórica victoria, el partido ha tenido que enfrentarse a una serie de desafíos. La derrota más reciente del partido ha sido devastadora y amenaza con ser existencial. En retrospectiva, parece que el brillo de la victoria de 2019 fue la última luz antes de que se apagara la bombilla.
La victoria de Starmer, que en su día fue objeto de burla por parte de los conservadores, ha sido especialmente sorprendente. Su insipidez, moderación y respeto por las formas, que antes eran objeto de burla, ahora se ven como virtudes.
Los conservadores, por su parte, parecen haberse convertido en una caricatura anacrónica y nacionalista de lo que solían ser. La comparación de Johnson con Winston Churchill es ahora solo un recuerdo lejano.
Es importante recordar que en una democracia no hay partidos de la nación, y las naciones votan como quieren. Esto es algo que los Tories parecen haber olvidado, ya que han estado demasiado centrados en su propio solipsismo. Su maquinaria de poder se ha degenerado en luchas internas de poder, y es difícil ver qué une a figuras como Cameron, Sunak o Truss ante el electorado.
El Brexit ha causado estragos en el partido, llevándose a varios primeros ministros por delante. Quien se pregunte si los efectos del Brexit han sido negativos, solo tiene que ver los destrozos que ha causado en los Tories.
No es un consuelo pensar que Sunak está pagando por los pecados de Johnson y Truss. El Brexit y sus adiciones, como el proteccionismo y el nacionalismo, se han convertido en una enfermedad autoinmune para el partido.
En este contexto, la figura de Nigel Farage emerge como un competidor indiscutible. A pesar de sus controvertidas posturas, su liderazgo y su carisma son innegables.
En resumen, los Tories están en una situación difícil. Con el Brexit y sus consecuencias, el partido se enfrenta a una crisis existencial. La victoria de Starmer y la creciente popularidad de Farage son solo algunos de los desafíos a los que se enfrentan. Solo el tiempo dirá si serán capaces de superar estos desafíos y recuperar su antigua gloria.