La última elección en el Reino Unido ha sido histórica, con el Partido Laborista de Keir Starmer ganando una «supermayoría» frente al Partido Conservador, liderado por Rishi Sunak. Este logro se produce después de 14 años de gobiernos conservadores, marcados por políticas de austeridad y el caos del Brexit, durante los cuales el país tuvo cinco sucesivos primeros ministros.
El Partido Laborista ha logrado ganar al menos 326 escaños, lo suficiente para asegurar la mayoría absoluta en el parlamento. Starmer, que asumirá el mando en Downing Street, ha proclamado una «nueva era de esperanza» para el Reino Unido. En un discurso en el centro de Londres, transmitido por la BBC, agradeció a sus seguidores, declarando: «Gracias de verdad, habéis cambiado nuestro país».
Los resultados han superado las expectativas de muchos, con encuestas que preveían una «avalancha» para Starmer comparable a la lograda por Tony Blair en 1997. Las primeras proyecciones sugerían que el Partido Laborista podría ganar hasta 410 de los 650 escaños disponibles, con el Partido Conservador y el Partido Liberal-Demócrata obteniendo solo 131 y 61 escaños respectivamente.
El líder populista Nigel Farage y su partido, Reform UK, también lograron un pequeño éxito, consiguiendo 13 escaños y confirmando su entrada en Westminster. En contraste, el Partido Nacional Escocés tuvo sus peores resultados en una década.
La primera victoria oficial fue para la laborista Bridget Phillipson en Sunderland, que superó al candidato de Reform UK, Sam Wood-Brass. El segundo resultado oficial confirmó la victoria del candidato laborista Ian Lavery en Blyth y Ashington, con el 50% de los votos.
Starmer asumió el liderazgo laborista en 2019, tras la derrota de Jeremy Corbyn frente a Boris Johnson. Desde entonces, ha realizado un giro hacia el centro político que ha sido recompensado en las urnas. «Nada va a ser fácil, casi todo está en un estado bastante precario, pero tengo que estar preparado y tengo confianza», declaró Starmer.
Por otro lado, el Partido Conservador ha estado envuelto en recriminaciones. El ex ministro del Brexit, Jacob Rees-Mogg, reconoció que ha sido «una noche terrible para los conservadores». Andrea Leadsom, ex candidata a líder del partido, sugirió que el problema subyacente ha sido la desviación del partido de sus raíces conservadoras y la consiguiente ascensión de Reform UK.
En su campaña, Starmer prometió «cambio» y destacó la necesidad de «estabilidad» y «crecimiento económico». Mantuvo una ventaja de 20 puntos durante toda la campaña, la cual estuvo caracterizada por la disciplina y un estricto control.
En contraste, el primer ministro Sunak enfrentó dificultades desde el anuncio de las elecciones anticipadas. Desafió a su propio estratega, Isaac Levido, quien recomendó celebrar las elecciones en otoño. Sunak, quien prometió «estabilidad», terminó sumiéndose en el caos que caracterizó a sus predecesores.
El Partido Liberal-Demócrata, liderado por Ed Davey, celebró su mejor resultado en una generación, ganando 61 escaños en el nuevo Parlamento. Mientras tanto, el Partido Nacional Escocés perdió 38 escaños, quedándose con solo 10, su peor resultado en casi dos décadas.
John Curtice, profesor y analista político, señala que más que un triunfo espectacular del Partido Laborista, los resultados reflejan un hundimiento del Partido Conservador en sus bastiones históricos. También destacó el ascenso de Reform UK y el notable retroceso del nacionalismo escocés.