La reciente cumbre anual de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) se ha convertido en una especie de refugio diplomático para el presidente de Rusia, Vladimir Putin. En este escenario, Putin puede jactarse de alianzas y estrechar la mano de colegas que se han abstenido de condenar la invasión de Ucrania en las resoluciones de la ONU.
Desde su inicio en 2001, la OCS ha evolucionado de una organización centrada en resolver disputas fronterizas en Asia Central a un foro económico regional. Ahora, bajo la dirección de China y Rusia, la OCS se presenta como un creciente grupo internacional que aspira a contrarrestar la influencia de asociaciones de seguridad lideradas por las democracias más fuertes de Occidente y Asia-Pacífico. La declaración final de este año destacó su preferencia por un «orden mundial multipolar equitativo«.
En este contexto, algunos think tanks de Estados Unidos han bautizado a la OCS como una especie de «anti-OTAN». No es de extrañar, ya que este grupo, formado por Rusia, China, las cuatro naciones de Asia Central (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán), India, Pakistán e Irán, representa alrededor del 40% de la población mundial. Este año, Bielorrusia se unió como nuevo miembro.
En la última cumbre, que tuvo lugar en Astan, capital de Kazajistán, Putin y el presidente chino, Xi Jinping, tuvieron una reunión al margen. Este encuentro marcó su quinto cara a cara desde la invasión rusa de Ucrania. Ambos líderes elogiaron sus relaciones bilaterales, con Xi destacando la necesidad de «salvaguardar los derechos e intereses legítimos de los dos países» y Putin subrayando que ambos países están experimentando la «época dorada» de sus relaciones.
Además de la reunión con Xi, Putin también se reunió con el presidente interino de Irán, Mohammad Mokhbar, y su homólogo turco, Tayyip Erdogan. Sin embargo, el recién reelegido primer ministro indio, Narendra Modi, estuvo ausente y fue representado por su ministro de Asuntos Exteriores, Subrahmanyam Jaishanka.
Aunque Putin fue uno de los principales protagonistas de la cumbre, el líder que más partido saca a este tipo de encuentros es el chino Xi Jinping. En Pekín, estos eventos ofrecen una oportunidad para promover lo que se define como un «orden mundial multilateral«, en el que Estados Unidos no tiene el control. Además, la OCS ejemplifica la expansión de la influencia china en Asia Central, donde está ganando terreno a Rusia.
Con el paraguas de su ambicioso proyecto de infraestructuras de la nueva Ruta de la Seda, China está fortaleciendo sus lazos comerciales y energéticos con los países que una vez formaron parte de la Unión Soviética. Este creciente papel de China en Asia Central es una prueba más del cambio de poder geopolítico en la región, que parece inclinarse cada vez más hacia Pekín.
Por su parte, la OCS, con su objetivo de promover un «orden mundial multipolar equitativo», ofrece un contrapunto al dominio occidental en la geopolítica global y muestra cómo los países no occidentales están cada vez más dispuestos a desafiar el status quo. En última instancia, la OCS representa un nuevo capítulo en la historia de la geopolítica, uno en el que las potencias emergentes y resurgentes están redefiniendo el orden mundial.