Las próximas elecciones presidenciales de Irán, previstas para este viernes, presentan una contienda entre dos figuras emblemáticas y controvertidas de la política iraní. El candidato ultraconservador Saeed Jalilí se enfrenta a su rival moderado, Masoud Pezeshkian. Ambos candidatos son reconocidos seguidores de la República Islámica de Irán, pero sus posturas y reputaciones varían significativamente.
Jalilí, que perdió una pierna en la guerra entre Irán e Irak en los años ochenta, es considerado por sus seguidores como un «mártir viviente». Sin embargo, sus detractores lo ven como un represor, especialmente después de su papel en la supresión de las protestas desatadas por el aumento del precio de la gasolina en octubre de 2019.
Durante este tiempo, Jalilí era el secretario del Consejo Superior de Seguridad Nacional de Irán. Según la ONG Justice for Iran, autorizó la represión de las protestas, lo que resultó en la muerte de al menos 300 personas según Amnistía Internacional. Altos funcionarios iraníes, sin embargo, elevan el número de muertos a 1.500.
Pezeshkian, por otro lado, es un cirujano cardiaco y exministro de Sanidad que se considera más moderado que Jalilí. Sin embargo, su nominación por el Consejo de Guardianes, la institución que autoriza a los candidatos, sorprendió a muchos debido a los antecedentes de exclusión de los moderados o reformistas de las elecciones en Irán.
En la primera vuelta, Pezeshkian obtuvo algo más del 42,5% de los votos, seguido de Jalilí con el 38,6%. A pesar de no haber alcanzado el umbral del 50% para ganar la presidencia en la primera ronda, Pezeshkian aún tiene la oportunidad de ganar en la segunda vuelta. Sin embargo, ha reconocido que el sistema político iraní tiene problemas, especialmente cuando un 61% de los electores no vota.
Una baja participación electoral, de solo un 39,9% de los 61 millones de electores, ha planteado preocupaciones sobre el desapego popular hacia el régimen actual. El líder supremo del país, el ayatolá Alí Jamenei, quien tiene la última palabra en el aparato de poder, ha afirmado en el pasado que «cada voto es un voto para la República Islámica».
La inclusión de Pezeshkian en la boleta no ha logrado detener la tendencia a la baja en la participación electoral. Según Luciano Zaccara, experto en Irán y profesor del Centro de Estudios del Golfo de la Universidad de Qatar, es difícil prever qué sucederá en la segunda vuelta. Sin embargo, Zaccara subraya que no se puede dar por sentado que, incluso si gana el moderado Pezeshkian, habrá cambios significativos en la política iraní.
El presidente en Irán no tiene poderes comparables a los del jefe de gobierno en una democracia. Asuntos como las relaciones exteriores, la negociación nuclear e incluso la designación de importantes ministros quedan bajo el control de Jamenei.
Pezeshkian ha aludido a un acercamiento con Occidente con la intención de aliviar las sanciones por el programa nuclear iraní. También ha asegurado que se opone a las patrullas de la impopular policía de la moral, que golpeó y probablemente mató a Yina Mahsa Amini en septiembre de 2022, según la ONU.
Independientemente de quién gane la segunda vuelta, está claro que la mayoría de los iraníes tienen poca fe en el sistema de gobierno y consideran que las elecciones son una farsa. Esto es evidente en la baja participación electoral, incluso cuando un reformista evidente como Pezeshkian figura en la boleta.