La profesora, doctora e investigadora Roxana Daneshjou es una figura destacada en el campo de la medicina y la tecnología, especialmente en la aplicación de modelos de Inteligencia Artificial (IA) en su especialidad: la dermatología. Aunque la fusión de la medicina y la tecnología en la práctica médica no es todavía común, Daneshjou ha encontrado un equilibrio entre ambas disciplinas, uniendo su pasión por la bioingeniería con su práctica médica.
Durante su formación, Daneshjou se interesó en cómo la tecnología podría mejorar la atención médica. Al explorar el aprendizaje profundo y las formas tempranas de IA, se percató de que la dermatología, por su naturaleza visual, podría beneficiarse enormemente de la visión por computadora. Esta epifanía la llevó a entender cómo se construyen y prueban los modelos de IA y cómo se aplican en la práctica médica.
A pesar de los logros alcanzados, la hiperbolización de la IA, es decir, la creencia de que reemplazará a los médicos, es alarmante para Daneshjou. No obstante, ve un gran potencial en la IA para ayudar en tareas administrativas y de toma de decisiones. Enfatiza que es crucial que estas herramientas sean validadas a través de ensayos clínicos prospectivos y evaluaciones en el mundo real para asegurar su eficacia y seguridad.
Daneshjou también menciona su preocupación por las aplicaciones móviles que prometen diagnosticar enfermedades de la piel, como el cáncer. La mayoría de estas aplicaciones no han sido probadas ni validadas adecuadamente, lo que puede resultar peligroso si proporcionan diagnósticos erróneos a los pacientes. Por lo tanto, aboga por la necesidad de que un médico siempre supervise y valide los diagnósticos obtenidos a través de modelos dermatológicos de IA.
En cuanto al futuro del sector sanitario, Daneshjou no cree que la IA vaya a reemplazar a los médicos, al menos en el corto plazo. En su opinión, la IA se integrará en el sistema de atención médica para trabajar en colaboración con los profesionales sanitarios. Sin embargo, hace hincapié en la necesidad de que los médicos se actualicen y aprendan a manejar estas nuevas tecnologías.
En el lado de la ética y la privacidad, Daneshjou sostiene que es esencial que aquellos que diseñan algoritmos comprendan el problema que están tratando de resolver y cómo se manifiesta en el mundo real. Advierte sobre la posibilidad de que los algoritmos puedan causar daño a las poblaciones vulnerables si no se tienen en cuenta los sesgos y el factor social. Un ejemplo de ello es la falta de entrenamiento de muchos modelos de IA con imágenes de enfermedades en pieles morenas y negras, lo que resulta en un pobre rendimiento en la identificación de enfermedades en estos pacientes.
Finalmente, Daneshjou aboga por la transparencia y la protección de la privacidad de los pacientes en el uso de la IA en el diagnóstico médico. Los pacientes deben estar informados de cuándo se utiliza la IA en su diagnóstico y tener el derecho a solicitar una segunda opinión humana. Sin embargo, se plantea la cuestión de si los pacientes podrán tener esa segunda opinión, dada la creciente utilización de la IA en la toma de decisiones médicas.
A pesar de sus cautelas, Daneshjou mantiene una visión realista del futuro de la IA en la atención médica. Ve las oportunidades y los posibles peligros, pero espera que en el mejor de los escenarios, la IA ayude a reducir la carga de los profesionales médicos, mejorar la precisión y la puntualidad de la atención, y proporcionar mejores resultados para los pacientes.