El debate de Atlanta que enfrentó al actual Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y a su predecesor, Donald Trump, ha dejado un reguero de cuestionamientos y dudas, no solo entre la población general, sino también entre las filas del propio partido demócrata. La Casa Blanca, mediante su portavoz Karine Jean-Pierre, ha intentado restarle importancia al tema, atribuyendo el desempeño poco convincente del presidente a «una mala noche» debido a un resfriado. Sin embargo, es evidente que la preocupación se ha instalado en el núcleo de la política estadounidense.
La controversia se ha agravado aún más con la inesperada declaración del congresista Lloyd Doggett, quien ha solicitado abiertamente que Biden se retire de la carrera de reelección. Esta es una demanda sin precedentes en la actual administración y ha agregado un nuevo nivel de complejidad a la situación.
La excusa oficial de la Casa Blanca no ha sido bien acogida en general. Biden, por su parte, ha intentado justificar su desempeño atribuyéndolo al cansancio por los viajes internacionales previos al debate. Esta justificación parece poco convincente, en particular porque se sabe que Biden pasó casi una semana en la residencia de Camp David, en Maryland, preparándose para el debate.
La veterana política Nancy Pelosi, expresidenta de la Cámara de Representantes, ha expresado su apoyo a Biden, pero reconoce que es legítimo cuestionar si el desempeño de Biden en el debate fue un incidente aislado o indica un problema más profundo. Pelosi ha recomendado al presidente que se someta a entrevistas con periodistas serios para abordar estas preocupaciones, y Biden ha programado una entrevista con la cadena ABC.
Los gobernadores demócratas, conscientes de las repercusiones que la percepción pública de Biden podría tener en sus propias carreras políticas, están naturalmente preocupados. Se espera que se reúnan con el presidente para discutir sus preocupaciones y buscar garantías sobre su capacidad física y mental.
Las declaraciones de Doggett han resonado particularmente debido a su comparación con Lyndon Johnson, quien es uno de los pocos presidentes que optó por no presentarse a la reelección. Al igual que Johnson, Doggett sugiere que Biden tome la «dolorosa» decisión de retirarse.
Este llamado a la retirada se produce en un momento crítico, ya que las próximas elecciones presidenciales tendrán un impacto directo en las elecciones legislativas. En noviembre, se renovarán los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 34 de los 100 senadores. Los demócratas corren el riesgo de perder su control en la Cámara alta, y un mal resultado en las presidenciales podría tener un efecto dominó en la Cámara de Representantes.
Además de las elecciones nacionales, también se celebran elecciones a gobernador en 11 estados. Los demócratas tienen la tarea de defender tres gobernaciones, mientras que los republicanos defienden ocho.
En respuesta a las crecientes preocupaciones, Biden ha intensificado su actividad pública. Se espera que se reúna con los gobernadores demócratas, conceda una entrevista a la cadena ABC, asista a actos de campaña en Wisconsin y Filadelfia, y ofrezca una rueda de prensa durante la cumbre de la OTAN.
A pesar de la presión, la Casa Blanca se mantiene firme en su postura de que Biden no padece ninguna enfermedad degenerativa ni necesita someterse a pruebas cognitivas. Jean-Pierre ha asegurado que el Presidente está en condiciones de liderar y que continuará desempeñándose públicamente para disipar las dudas.