Durante su visita al departamento de Pas-de-Calais, en el norte de Francia, en enero de 2017, Emmanuel Macron, entonces candidato a las presidenciales, hizo una promesa ante las cámaras. Prometió que, si los franceses le votaban, él sería el mejor baluarte contra la extrema derecha. Esta región, que solía ser una antigua cuenca minera, fue el lugar elegido por el exministro de Economía para lanzar su campaña. La razón fue que esta región simbolizaba esa Francia desilusionada con los partidos tradicionales y que había empezado a virar hacia la extrema derecha.
Macron habló de la necesidad de luchar contra aquellos que instrumentalizan el miedo y las divisiones, esgrimiendo el riesgo de una «guerra civil» ante la posibilidad de que «los extremos» llegaran al gobierno. Sin embargo, después de siete años y dos mandatos de Macron al frente del país, el Reagrupamiento Nacional (RN) ha pasado de tener tres millones de votos en la primera vuelta de unas legislativas a sumar diez millones. El departamento de Pas-de-Calais se ha convertido en el baluarte de la extrema derecha y la ciudad de Hénin-Beaumont, en el feudo de Marine Le Pen.
El 14 de noviembre de 2021, en los resultados de la primera vuelta, se eligieron 14 candidatos del partido de Le Pen en este departamento históricamente de izquierdas. El resultado obtenido por el RN, con el 33% de los votos, es histórico. La derrota de la antigua mayoría presidencial, con apenas el 21% y superada por el bloque de izquierda con el 28%, no demuestra que los franceses necesitaban «clarificar la situación política», como ha dicho el presidente, sino más bien que él ha cometido un error de cálculo.
Macron parece no querer darse cuenta de la gravedad de la situación, con el RN a un paso de conseguir la mayoría absoluta y de llevar a cabo su plan de destrucción de la democracia francesa y del proyecto europeo. El presidente ha mantenido la misma retórica que durante la campaña, equiparando al RN con La Francia Insumisa (LFI), y llamando a «la unión de los demócratas y republicanos» en la segunda vuelta del 7 de julio. Sin embargo, muchos analistas interpretan que sus palabras dejan fuera de este frente republicano a los candidatos de LFI.
La estrategia de desdemonización del RN no ha cambiado el hecho de que sigue siendo un partido profundamente xenófobo, nacionalista y antieuropeo, que ha seguido eligiendo para las legislativas a candidatos con perfiles abiertamente racistas y antisemitas. A pesar de que Jean-Luc Mélenchon y algunos de sus lugartenientes han tenido un discurso ambiguo sobre el antisemitismo por motivos electoralistas, reducir LFI a la figura de Mélenchon y equiparar la ultraderecha al movimiento de izquierdas, cuyo programa no se basa en suprimir derechos históricos adquiridos tras años de lucha social y política, es insostenible.
«A los franceses les he tirado una granada en las piernas. Ahora veremos cómo se las arreglan», dijo Macron a un empresario con el que se reunió al día siguiente de la disolución de la Asamblea Nacional, según una información de Le Monde. Lo que muchos franceses comprometidos con la democracia quieren ahora ver es qué hará él en medio de la crisis que ha propiciado deliberadamente, y si por fin intentará de verdad luchar contra una extrema derecha que él mismo ha alimentado todos estos años. Nunca es tarde.