El panorama político francés ha sido azotado por una tormenta tras la sorprendente disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas por el presidente Emmanuel Macron. Esta medida recuerda la decisión de Pedro Sánchez, presidente de España, que decidió adelantar las elecciones generales tras una derrota de su partido en las elecciones municipales y autonómicas de 2023. En el caso de Macron, la movida se produjo tras la pérdida de su partido en las elecciones europeas de junio.
Sin embargo, a diferencia de Sánchez, a Macron le ha salido mal la jugada. En la primera vuelta de las elecciones legislativas anticipadas, la candidatura macronista quedó en tercera posición con un 20% de los votos. La extrema derecha del Reagrupamiento Nacional salió victoriosa con un 33%, mientras que la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular quedó en segundo lugar con un 28%.
La derrota de Macron es inapelable y su partido está en riesgo de perder el Gobierno. En lugar de «clarificar» la situación política, como pretendía Macron con la disolución parlamentaria, ésta se ha complicado aún más. La extrema derecha, que Macron prometió mantener alejada del poder, se encuentra ahora a sus puertas.
Otra comparación que se hace en París para explicar la situación es el Brexit de David Cameron. «Macron creyó poder meter a los franceses entre la espada y la pared, y es él quien se ha colocado en esta situación», comenta el filósofo Pascal Bruckner.
Aunque la comparación con el Brexit no es perfecta, se plantea la posibilidad de que Francia, motor junto a Alemania de la integración europea, tenga un primer ministro y un Gobierno euroescépticos. No es inverosímil que, en plena agresión rusa contra Ucrania, en Francia gobierne un partido con un pasado de complicidad con la Rusia de Vladímir Putin.
La posibilidad de que esto ocurra ensombrece el legado de Macron, quien ha sido uno de los presidentes franceses más europeístas de las últimas décadas. A pesar de la ola nacionalpopulista de 2017, hizo campaña con la bandera europea y ganó. Sin embargo, esta victoria podría quedar sepultada si, después de estas elecciones, Macron se ve obligado a convivir como jefe de Estado con un jefe de Gobierno en sus antípodas ideológicas.
El macronismo, que nació en la fulgurante campaña de 2017, que ocupó en los años siguientes los puestos del poder y obtuvo mayorías parlamentarias, que redefinió el terreno de juego político y quiso terminar con la división entre izquierda y derecha, está en riesgo de llegar a su final. El mismo Macron, con la disolución parlamentaria, podría haber precipitado este desenlace.
A pesar de los reveses en las urnas, Macron aún tiene tres años de presidencia para salvar su legado. Sin embargo, los desperfectos pueden ser considerables para Francia y Europa. Pero Macron siempre dijo que su prioridad era evitar dar las llaves del Elíseo a Le Pen en el 2027. Si lo logra, al menos podrá reivindicarlo. No sería poco.