La política francesa se encuentra en un complejo escenario con la proximidad de la segunda vuelta de las elecciones legislativas previstas para el 7 de julio. En este contexto, una de las principales barreras que se presentan para la unificación de fuerzas políticas en Francia, más allá de la izquierda, es la desconfianza que genera el líder de la izquierda radical de La Francia Insumisa (LFI), Jean-Luc Mélenchon. Esto dificulta la formación de un frente «republicano», un término que alude al rechazo de todas las demás formaciones políticas francesas hacia la extrema derecha, especialmente al Reagrupamiento Nacional (RN).
La primera vuelta de las elecciones legislativas ha otorgado a este partido de extrema derecha, liderado por Marine Le Pen, un tercio de los votos. Esta situación ha llevado a que se busquen estrategias para evitar que, por primera vez en la historia francesa, un gobierno de extrema derecha surja de las urnas y nombre un primer ministro.
Los partidos políticos tienen plazo hasta las 18:00 del martes para presentar sus candidaturas a la segunda vuelta. Dadas las circunstancias, una estrategia clave es el llamado «desistimiento», es decir, la retirada del tercer clasificado en las circunscripciones en las que pasen tres a la segunda vuelta, con el fin de concentrar el voto en el candidato con más posibilidades de derrotar al representante del RN.
Una pieza crucial en este ajedrez político es el bloque del presidente Emmanuel Macron, cuya alianza centrista ha quedado en un lejano tercer lugar en las urnas, con el 20,83% de los votos. Macron ha hecho un llamamiento a «una gran unión claramente demócrata y republicana» para enfrentar al RN. No obstante, varios miembros destacados de su partido han excluido de esta eventual alianza al LFI de Mélenchon, desoyendo el llamado del Nuevo Frente Popular (NFP), bloque de izquierdas que quedó en segundo lugar con el 27,99% de los votos.
El ministro de Economía, Bruno Le Maire, ha sido uno de los que ha reiterado la consigna de votar, en caso de que no haya un candidato propio para la segunda vuelta, «por un candidato del campo socialdemócrata», pero «no por La Francia Insumisa». Según Le Maire, LFI «es un peligro para la nación, como el RN es un peligro para la república».
Por su parte, el partido conservador Los Republicanos (LR), aún tambaleándose tras la deserción de su presidente, Éric Ciotti, quien se alió con la extrema derecha, continúa negándose a dar una consigna de voto contra el RN para las próximas elecciones. En un comunicado citado por Le Monde, el grupo sostiene que «los electores son libres de elegir» y que «no darán una consigna nacional y dejarán que los franceses se manifiesten según su conciencia».
En medio de estas divisiones, el candidato a primer ministro por el RN, Jordan Bardella, ha instado a los franceses a apoyar a la extrema derecha para garantizar una «ruptura responsable» frente a la «amenaza existencial para la nación francesa» que representaría, en su opinión, la alianza de izquierdas. Bardella ha tratado de reducir toda esta alianza al partido con más peso, LFI, e incluso se ha mostrado dispuesto a debatir con Mélenchon.
El NFP, consciente de las divisiones que genera Mélenchon en su propio electorado, ha intentado mantener al polémico líder en un segundo plano durante la campaña. Mélenchon no ha participado en los debates electorales y tampoco habló en nombre de su formación en el llamamiento a un frente «republicano» de todas las fuerzas posibles que hicieron líderes del NFP.
Sin embargo, la estrategia de identificar toda la alianza de izquierdas con Mélenchon parece estar funcionando. El periódico de la derecha tradicional, Le Figaro, dedica su portada a una gran foto de Bardella y Mélenchon, englobando en este último a todo el NFP, reflejando precisamente la imagen que los partidos de izquierda moderada han intentado evitar durante toda la campaña. Este hecho pone de manifiesto las complejas dinámicas políticas que atraviesan actualmente Francia en la víspera de la segunda vuelta de las elecciones legislativas.