El impacto de los debates presidenciales televisados no puede ser subestimado, habiendo cambiado la estructura de las campañas y la forma de hacer política no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. A pesar de la revolución digital y la constante evolución de los medios de comunicación, los debates siguen siendo un componente esencial de la democracia. Los acontecimientos del jueves pasado en Atlanta, durante la primera cita de 2024 entre los dos aspirantes a presidir los Estados Unidos, demuestran por qué.
El debate, marcado por la pobre actuación de sus protagonistas y la ausencia de ritmo, será recordado no por su brillantez o por las frases legendarias, sino por tocar fondo en casi todas las dimensiones posibles. La performance de Joe Biden fue particularmente decepcionante. A pesar de su objetivo de mostrar su vigor y sus principios, Biden fracasó claramente en ambas metas. Esto provocó una discusión entre su equipo, su partido, sus votantes y los creadores de opinión sobre si debería retirarse de la carrera.
Aunque el presidente tuvo un buen desempeño en las elecciones al Congreso y al Senado de 2022 y en el último debate sobre el Estado de la Unión, ahora enfrentará una dura batalla. Los críticos piden una renovación, y la creencia de que Biden tiene las mejores posibilidades de derrotar a Trump está siendo cuestionada.
El debate fue una tormenta perfecta para Biden, especialmente en la primera media hora. A medida que el debate avanzaba, Biden parecía tambalearse y quedarse en blanco, como un boxeador aturdido. Esta actuación ha llevado a muchos a cuestionar su capacidad para continuar en la carrera presidencial.
Donald Trump, por otro lado, fue el mismo de siempre: un torrente de autoelogios, falsedades y exageraciones. Sin embargo, a pesar de sus desvaríos y mentiras, la opinión casi unánime de los analistas, comentaristas y expertos políticos es que Biden se hundió. La pregunta ya no es si Biden se retirará, sino cuándo y quién será la alternativa.
El debate también destacó la estrategia de Trump de negar cualquier mala acción y culpar a un «sistema amañado». Biden, por su parte, no pudo responder con eficacia a estas afirmaciones, dejando a muchos cuestionando su habilidad para manejar un contraataque.
A pesar de su pobre actuación, Biden logró mejorar en la segunda mitad del debate. Sin embargo, si su objetivo era presentar a Trump como una amenaza para la democracia, falló rotundamente. Trump se sintió a gusto en el debate, aprovechando un formato que le beneficiaba, y logró lanzar una serie de ataques contra Biden.
El ex presidente republicano sacó a relucir varias mentiras y exageraciones sobre sus logros durante su presidencia. Además, se burló de Biden, quien parecía envejecer con cada pregunta y cada respuesta. Cuestionó su capacidad para gobernar y criticó su voz ronca y sus razonamientos erráticos.
El debate concluyó con Trump proclamando que el país no tiene ninguna posibilidad si Biden gana de nuevo. Este mensaje, que debería haber sido utilizado por Biden, resume el estado actual de la carrera presidencial.
Como dijo una vez Bill Clinton, «fuerte y equivocado vence a débil y correcto». En los diccionarios de ciencia política del futuro, la imagen del debate de Atlanta se utilizará para ilustrar esta definición. A pesar de las críticas y las dificultades, los debates presidenciales televisados seguirán siendo un componente esencial del proceso democrático.