En un giro crucial en la política francesa, el 7 de julio, fecha marcada para la segunda ronda de las elecciones legislativas en Francia, podría ser testigo de un hito histórico: el ascenso al poder de la extrema derecha por primera vez. Los resultados de la primera ronda celebrada el domingo pasado indicaron un fuerte apoyo a la extrema derecha, pero la última palabra aún no se ha dicho.
En un último y decidido esfuerzo por cambiar el rumbo de los acontecimientos, el partido de izquierdas, el Nuevo Frente Popular (NFP), que obtuvo una sorprendente segunda posición con el 28,5% del voto, ha hecho un llamamiento a todas las fuerzas «republicanas» del país para unirse y presentar un frente unido contra la extrema derecha. El NFP ha prometido retirar a sus propios candidatos en aquellos distritos donde otro candidato tenga mejores oportunidades de vencer al Reagrupamiento Nacional (RN), la formación de extrema derecha liderada por Marine Le Pen.
Este llamado a la unidad ha sido recibido con respuestas poco entusiastas de otros partidos políticos, a pesar del creciente clamor en las calles contra la extrema derecha. Raphaël Glucksmann, eurodiputado de Plaza Pública, subrayó que el desafío principal de la próxima semana es evitar que la extrema derecha obtenga una mayoría absoluta.
El compromiso de la izquierda se había trazado antes de las elecciones, con varios líderes abogando por un acuerdo de «desistimiento». Esto significa que en distritos donde más de dos candidatos lleguen a la segunda ronda, aquel con menos posibilidades de vencer al RN deberá retirarse, favoreciendo así al candidato con mayores posibilidades de ganarle a la extrema derecha.
Este llamado a la unidad se repitió en la icónica Plaza de la República de París en una convocatoria para «frenar la extrema derecha». Miles de personas se reunieron allí, lanzando consignas y mostrando su determinación para combatir al RN en la semana que queda hasta la segunda ronda definitiva.
La posibilidad de un gobierno de extrema derecha ha despertado miedo y preocupación entre muchos franceses. Chantal, originaria de la isla caribeña de Guadalupe pero residente en París desde hace dos décadas, expresó su temor por los cambios que ha vivido Francia, y mostró su preocupación por la normalización y banalización del racismo en los últimos años.
Incluso el líder del partido radical de izquierdas La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, que ha mantenido una posición ambigua en el pasado, dejó claro que se uniría a las fuerzas para contener al RN. Manuel Bompard, exeurodiputado y mano derecha de Mélenchon, declaró que la consigna es «clara y directa: ni un solo voto, ni un escaño de más al RN».
El Partido Socialista también se ha comprometido a retirar sus candidatos si existe el riesgo de que ello favorezca a la extrema derecha. Olivier Faure, secretario general del PS, hizo hincapié en la necesidad de impedir que la extrema derecha llegue al poder.
A pesar de este compromiso, el NFP es consciente de que la victoria de la izquierda es difícil. Su enfoque principal no es tanto obtener la victoria, sino más bien evitar que la extrema derecha logre la mayoría absoluta. Para lograr esto, todos los partidos alejados de la esfera del RN deben hacer un esfuerzo «republicano».
Marine Tondelier, secretaria nacional de los ecologistas, llamó a la «construcción de un nuevo frente republicano» con todas las fuerzas políticas, incluidas las macronistas y la derecha tradicional. Sin embargo, la respuesta del presidente Macron y su alianza macronista Ensemble ha sido ambigua, sin especificar si incluiría a todas las fuerzas políticas fuera del RN, especialmente a los insumisos a los que ha calificado de «extremistas», equiparándolos con el RN.
A medida que se acerca la segunda ronda de las elecciones legislativas, el futuro político de Francia pende de un hilo. La cuestión es si las fuerzas republicanas podrán unirse para evitar un gobierno de extrema derecha, o si asistiremos a un histórico cambio de guardia en el escenario político francés.