La política chilena actual se caracteriza por una serie de figuras destacadas, entre las que se incluyen Carter, conocido por sus diatribas en alemán, la demolición de casas y denuncias alarmistas; y los Republicanos, cada vez más audaces en sus acusaciones, a la manera de modernos Savonarolas. A este panorama se suma Evelyn Matthei, la virtual candidata de Chile Vamos, convirtiéndose en parte del coro de personajes exagerados y desbocados que agitan la emoción y el descontento de una sociedad azotada por la incertidumbre que el neoliberalismo ha elevado a la categoría de condición natural de la vida social.
La incertidumbre y su hija putativa, la flexibilidad frente al cambio, fueron celebradas en los años noventa y principios del siglo XXI como incentivos para la creatividad y el desarrollo. Sin embargo, en la actualidad, el discurso que una vez legitimó el sistema neoliberal ya no se sostiene. Según datos proporcionados por la Fundación Sol, aproximadamente la mitad de los nuevos pensionados por el sistema de AFP reciben jubilaciones de menos de cien mil pesos.
La lista de problemas que enfrenta la sociedad chilena es larga: las listas de espera en salud, los altos precios de las prestaciones y la indefensión en que quedan los miles de personas estafadas por las ISAPRES; la prácticamente inalcanzable aspiración de la casa propia; el encarecimiento de bienes y servicios; y los gastos imprevistos que el salario promedio no puede cubrir, constituyen una fuente constante de incertidumbre.
La derecha, sin embargo, bloqueó en el Parlamento la reforma tributaria; ha detenido la reforma al sistema de AFP, manipuló la tramitación de la ley corta de ISAPRES para imponer una solución insatisfactoria; y los candidatos a alcaldes de ese sector anuncian, desde ya, que no van a traspasar las escuelas públicas de sus comunas a los Servicios Locales de Educación.
En medio de todo esto, la cifra de alcaldes procesados por malversación, estafa y otros delitos asciende a treinta y ocho, mientras que Daniel Jadue, el alcalde más realizador y progresista, espera en prisión preventiva el destino que le depare un Poder Judicial cada vez más cuestionado por sus turbias relaciones con el poder político y económico.
Al defender con vehemencia el sistema y los valores que encarna, la derecha también exhibe un ferviente anticomunismo, que no es más que la expresión de su pensamiento atrasado y básico. Ataca a ministros, parlamentarios, alcaldes y dirigentes sociales comunistas y de izquierda, con una animosidad medieval, solo por el hecho de postular que otra forma de organizar la vida política y social es posible y necesaria.
En este contexto, al igual que los fisicoculturistas del programa de humor de los años ochenta, los representantes de la derecha podrían preguntar con la misma mezcla de sorpresa y conocimiento “perdón, dijo ¿facho o fachos?”. Lo preocupante sería que todavía alguien que no fuera de derecha se lo preguntara.