En medio de la contienda por la presidencia de Estados Unidos, las últimas horas han dejado señales inquietantes para el Partido Demócrata y su candidato Joe Biden. Tras un debate desastroso con su rival, el actual presidente Donald Trump, las dudas sobre su capacidad para dirigir la primera potencia mundial durante otros cuatro años o, incluso, para enfrentarse mínimamente a su adversario, han cobrado fuerza. La pregunta que se plantea ahora, con las elecciones de noviembre cada vez más cerca, es si ha llegado finalmente el momento de admitir que Biden puede no ser el candidato ideal.
Susan Glasser de The New Yorker, Mark Leibovich de The Atlantic y Thomas L. Friedman de The New York Times son algunos de los columnistas más destacados de la prensa liberal, y han sido rápidos en certificar lo que podría ser el fin de la presidencia de Biden. Esta situación ha incrementado la incertidumbre en el seno del Partido Demócrata, a pesar de que Biden no ha mostrado intenciones de abandonar la carrera.
No obstante, el procedimiento para reemplazarlo como candidato en noviembre aún es viable, aunque es algo enrevesado y ha sido poco utilizado en las últimas décadas. Las reglas del Comité Nacional Demócrata no prevén ningún mecanismo para que los líderes del partido inicien por sí mismos la Operación reemplazar a Biden. Sin embargo, Biden podría decidir hacerse a un lado voluntariamente, o algún miembro del partido podría desafiar su candidatura durante la convención del partido.
La Convención del Partido Demócrata, que se celebra este año en Chicago a partir del 19 de agosto, atrae a casi 4.000 delegados de todo el país. Biden ganó apoyo de un 95% de estos delegados durante unas primarias en las que prácticamente no tuvo oposición. Aunque tradicionalmente se espera que estos delegados respalden al candidato mayoritario, no están obligados a hacerlo. Si se diera el caso, más de la mitad de estos 3.894 miembros tendría que cambiar de opinión y votar en contra de Biden.
La convención también contempla la posibilidad de que el candidato rechace la designación del partido. Esta situación llevaría a lo que se conoce como una «convención abierta», en la que el candidato se elige sobre la marcha y tras un arduo proceso de negociaciones y compromisos a puerta cerrada. La última vez que ocurrió algo similar fue en 1968, un año convulso marcado por protestas y conflictos políticos.
Si se llegara a reemplazar a Biden, la lógica indica que la elegida sería la vicepresidenta, Kamala Harris. Sin embargo, otros nombres que se han sugerido incluyen a los gobernadores de California, Gavin Newsom; Michigan, Gretchen Whitmer; Illinois, J. B. Pritzker; Maryland, Wes Moore; y Pensilvania, Josh Shapiro. Todos ellos han negado repetidamente que estén considerando reemplazar a Biden.
Las leyes particulares de los diferentes estados también añaden complejidad a la situación. Por ejemplo, Ohio tiene establecido el 7 de agosto como plazo para aceptar el nombre del candidato a la Casa Blanca. Dado que la convención de este año se celebra más tarde de lo habitual, el Comité Nacional Demócrata decidió organizar un voto virtual para que Biden cumpliera con ese requisito.
En medio de esta complicada situación, la desastrosa noche del jueves para Biden ha dejado una sensación de tiempo escurriéndose entre los dedos. La pregunta ahora es si será demasiado tarde para llevar a cabo la Operación reemplazar a Biden.