Este viernes marca el final de la campaña electoral más breve, inusual y, principalmente, más significativa en la historia reciente de Francia. La elección de este domingo puede ser el punto de inflexión que cambie el rumbo del panorama político del país. Los franceses se disponen a votar en la primera ronda electoral para determinar la composición de la Asamblea. Sin embargo, hay mucho más en juego: es la posibilidad de que la extrema derecha de Marine Le Pen alcance el poder, un objetivo que ha estado persiguiendo durante años.
El actual presidente francés, Emmanuel Macron, llega a estas elecciones en una posición muy debilitada. Muchos, incluso dentro de su propio bloque político, ven estas elecciones como el fin del macronismo. Le quedan dos años y medio para terminar su segundo mandato y ya le está resultando difícil implementar reformas, ya que no tiene mayoría en la Asamblea. Si Le Pen gana la mayoría, como predicen las encuestas, y logra formar gobierno, Macron se encontrará con las manos atadas.
Las últimas elecciones legislativas, que tuvieron lugar en la primavera de 2022, ya presagiaban el fin de una era: Macron perdió la mayoría absoluta y la gobernabilidad comenzó a complicarse, con el partido de Le Pen como el principal bloque de la oposición, seguido por la alianza de izquierdas liderada por La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon.
La próxima elección del parlamento estaba prevista para 2027, pero Macron decidió disolver la Asamblea y convocar elecciones anticipadas tras el duro golpe a su partido y la victoria de la extrema derecha en las elecciones europeas del 9 de junio. Esta maniobra, considerada por la oposición y muchos de sus aliados como un suicidio político, se justificó, según Macron, porque no podía ignorar el veredicto de las urnas. Sin embargo, pidió «un voto de confianza al pueblo francés».
Pero Francia parece buscar un cambio. Las proyecciones de escaños que muestran las encuestas dan una idea del declive del macronismo: Le Pen tendría la mayoría (relativa en principio), seguida por la izquierda (unida de nuevo para enfrentarse a la extrema derecha) y en tercer lugar, el bloque de Macron. Un sondeo publicado este viernes le otorga a Macron el 36,5% de los votos. Macron quedaría en tercera posición, con el 20,5%, y el bloque de izquierdas, con el 29%, en segundo lugar.
Hace años que se habla del fin de ciclo. Macron creó su partido en 2017 y arrasó en las presidenciales frente a Marine Le Pen. Se autodenominaba como «ni de derechas ni de izquierdas». De hecho, había formado parte del gobierno del socialista François Hollande. Este último dijo en un acto de campaña: «El macronismo es un periodo que ha sido largo, que ha salido muy caro en el plano político y que se ha acabado». Edouard Philippe, ex primer ministro y aliado de Macron, también se pronunció: «Es el presidente el que ha acabado con la mayoría presidencial».
Muchos critican a Macron por convocar elecciones en un movimiento incierto que podría entregar las llaves del gobierno a Le Pen. La popularidad del presidente, considerado arrogante y alejado de la calle por muchos franceses, ha ido disminuyendo desde el comienzo de su segundo mandato. Estas elecciones podrían ser el golpe de gracia.
El breve periodo de Gabriel Attal, protegido de Macron, como primer ministro (y, paralelamente, el ascenso de Jordan Bardella, el heredero de Le Pen, que podría ser el nuevo jefe de gobierno) ilustra esta agonía. Attal era la promesa del macronismo: su sucesor, joven, brillante y moldeado a su imagen. Después de estas elecciones, es altamente improbable que continúe en el cargo. Será el primer ministro más breve que ha tenido Francia en esta V República, superando incluso a Elisabeth Borne, que duró poco más de un año.