Desde hace más de seis décadas, los debates televisados han sido un componente esencial en la política de Estados Unidos y, a veces, han logrado cambiar el curso de las campañas electorales. Estos debates proporcionan una plataforma única para que los candidatos a la presidencia presenten sus propuestas, contrasten sus ideas y muestren su personalidad a millones de votantes. A veces, un solo debate puede alterar drásticamente el rumbo de una elección.
El candidato demócrata a la presidencia de EE UU, Joe Biden, y su oponente, el expresidente republicano Donald Trump, se enfrentaron en el primero de los dos debates programados en su camino a las urnas el 5 de noviembre. El segundo está programado para el 10 de septiembre.
En el vídeo que encabeza esta noticia, Alana Moceri, profesora de Relaciones Internacionales de IE University, y Daniel Fernández de Miguel, profesor asociado de Historia de la Universidad Carlos III de Madrid, explican cómo las ideas y propuestas no son lo único que los espectadores ven en la noche del encuentro.
El lenguaje no verbal, la presencia o ausencia de público y, en las campañas más recientes, la repercusión en las redes sociales, son aspectos que pueden definir al ganador de un debate. La postura, la mirada, la sonrisa, la forma de hablar, todos estos elementos pueden transmitir un mensaje tan fuerte como las palabras que se pronuncian.
Además, en la era de las redes sociales, la percepción de un debate puede ser influenciada por la reacción en tiempo real de los espectadores en plataformas como Twitter, Facebook y Instagram. Los candidatos no solo tienen que convencer a los espectadores con sus palabras, sino que también deben manejar la repercusión en las redes sociales.
Los debates modernos también han cambiado en términos de la presencia o ausencia de público. En el pasado, los debates se llevaban a cabo frente a una audiencia en vivo. Sin embargo, con la pandemia de COVID-19, los debates recientes se han llevado a cabo sin público, lo que ha cambiado la dinámica de los debates.
Un debate es una oportunidad para que los candidatos demuestren su capacidad para liderar y para que los votantes evalúen si un candidato se alinea con sus valores e intereses. Sin embargo, los debates también pueden ser un desafío. Los candidatos deben estar bien preparados, ser capaces de pensar rápidamente y responder a las críticas de manera efectiva.
Además, un debate puede ser una oportunidad para que los candidatos corrijan los errores de la campaña o para reforzar un mensaje clave. Por ejemplo, un candidato puede usar un debate para aclarar una postura mal entendida o para resaltar un logro importante.
En última instancia, los debates presidenciales son una parte importante de la democracia americana. Proporcionan a los votantes una oportunidad para comparar y contrastar a los candidatos de una manera que no es posible a través de los anuncios de campaña o los mítines de campaña.
Aunque los debates pueden no cambiar la opinión de todos los votantes, pueden tener un impacto significativo en una elección. Un buen desempeño en un debate puede impulsar la popularidad de un candidato, mientras que un mal desempeño puede dañar las posibilidades de un candidato de ganar la elección.
En resumen, los debates presidenciales son un componente esencial del proceso electoral en Estados Unidos. Aunque las ideas y propuestas son importantes, otros factores como el lenguaje no verbal, la presencia o ausencia de público, y la repercusión en las redes sociales también pueden jugar un papel crucial en la definición del ganador de un debate.