El escenario político europeo ha experimentado un importante giro tras la reciente aprobación de los nombramientos de la cúpula de la Unión Europea (UE). A pesar de la falta de unanimidad, los Veintisiete han dado luz verde a los nombramientos de Ursula von der Leyen, la conservadora alemana, para repetir al frente de la Comisión Europea; el ex primer ministro portugués, socialista, António Costa, para el Consejo Europeo; y la primera ministra liberal estonia, Kaja Kallas, como jefa de la diplomacia europea.
Este proceso de selección y aprobación no ha estado exento de controversia y disidencia. La ultraderechista italiana Giorgia Meloni, primera ministra de Italia, ha sido una crítica vocal del proceso de negociación, debido a que no se la ha tenido en cuenta por pertenecer a la familia de la ultraderecha. Meloni ha expresado su descontento al abstenerse en la designación de Von der Leyen y votar contra Kallas y Costa.
Los Reformistas y Conservadores (ECR), la familia política de Meloni, han sido excluidos del proceso de negociación, lo que ha causado cierto malestar y ha llevado a la primera ministra italiana a rebelarse contra el mismo. Sin embargo, Meloni se ha abstenido con la conservadora alemana “a la espera de conocer las líneas programáticas y las negociaciones abiertas sobre el papel de Italia [en la próxima Comisión Europea]”.
Von der Leyen y Kallas deben ahora superar la confirmación del Parlamento Europeo. En el caso de Von der Leyen, la aprobación no está garantizada, ya que se vota por su nombramiento de forma individual. La líder alemana requiere una mayoría de 361 de 720 votos para ser confirmada.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha votado contra la alemana y la estonia. A pesar de esto, los negociadores de las tres principales familias políticas europeas —populares, socialdemócratas y liberales— han recibido el respaldo de una mayoría suficiente en una reunión en Bruselas.
Costa, por su parte, ha declarado en un tuit que asumirá la responsabilidad de ser el próximo presidente del Consejo Europeo con un fuerte sentido del deber. Kallas, por su parte, ha enfatizado la necesidad de seguir trabajando juntos para garantizar que Europa sea un socio global eficaz para mantener a los ciudadanos libres, seguros y prósperos.
El ascenso de la ultraderecha en las elecciones europeas y el aumento de la polarización en la Eurocámara han cambiado el escenario político. En Francia, las encuestas predicen una importante subida de la extrema derecha de Marine Le Pen, que podría llegar a gobernar en uno de los dos motores de la Unión.
En Alemania, la coalición de gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz ha quedado tocada: los ultras de Alternativa para Alemania (AfD) quedaron como segunda fuerza en las europeas. Esto ha planteado un dilema para Von der Leyen, quien ha tenido que debatir entre acercarse a la ultraderecha, representada por Meloni, o apostar por una alianza moderada con Los Verdes.
Meloni ha solicitado a Von der Leyen una vicepresidencia ejecutiva de la Comisión con una importante cartera económica. Por su parte, socialdemócratas y liberales han instado a la líder alemana a trazar un cordón sanitario y a no aliarse con la ultraderecha de ningún tipo.
El dilema ha sido si tratar de seducir a Meloni para que respalde los nombramientos y contar así con Italia, uno de los países fundadores de la Unión, o ignorar sus críticas y amenazas de chantaje.
Finalmente, el tono de los líderes que habían criticado la pataleta de Meloni ha ido cambiando. “Nadie respeta a Meloni y a Italia más que yo”, ha dicho Donald Tusk, primer ministro polaco y negociador de los populares.
En contraste, el primer ministro checo, Petr Fiala, ha puesto muchos menos problemas, a pesar de formar parte de la misma familia política europea que Meloni. Fiala ha señalado que para la República Checa es crucial que la distribución respete no solo el equilibrio político sino también el geográfico.
