Elecciones USA: Los debates presidenciales cara a cara más decisivos en la historia de EE UU que han definido elecciones

EL PAÍS

El próximo jueves, Atlanta será testigo de un enfrentamiento histórico y sin precedentes entre dos gigantes políticos – Joe Biden y Donald Trump. La esfera política de Estados Unidos ha estado plagada recientemente de eventos etiquetados como ‘históricos’ y ‘sin precedentes’, una descripción que se ha convertido en una norma en los tiempos actuales. Sin embargo, esta vez, el término ‘sin precedentes’ tiene un peso significativo ya que este debate es el primero entre dos ex presidentes y dos rivales de una edad tan avanzada (81 y 78 años), cuyas capacidades han sido objeto de discusión. Además, este debate será el primero en celebrarse tan pronto, a poco más de cuatro meses de las elecciones, cuando ambos candidatos aún no son oficialmente nominados por sus respectivos partidos.

El papel de los debates presidenciales en la política de Estados Unidos ha estado tradicionalmente reservado para las semanas previas a las elecciones. Sin embargo, en esta ocasión, se ha adelantado el calendario a petición de Biden. La razón de este cambio es la creciente importancia del voto por correo en el clima político actual. Biden espera que un debate temprano sirva para disipar las dudas sobre su lucidez y recordar a los votantes la verdadera personalidad de Trump. Si el debate se desarrolla según lo esperado por Biden, podría tener un impacto crucial en su campaña de reelección. En caso contrario, aún habrá tiempo para corregir el rumbo.

La historia de los debates presidenciales en Estados Unidos está estrechamente entrelazada con la historia de la televisión en el país. El primer debate televisado que marcó una época fue en 1960 entre John F. Kennedy y Richard Nixon. Este debate resultó ser un factor decisivo en las elecciones, ayudando a Kennedy a consolidar su imagen de prometedor hombre joven. Nixon, por otro lado, no logró comprender el lenguaje del nuevo medio y cometió errores en la elección de su vestimenta y en su negativa a maquillarse, lo que perjudicó su imagen.

El siguiente debate decisivo no tuvo lugar hasta 1976, entre el presidente republicano Gerald Ford y su contrincante Jimmy Carter. Ford, que asumió la ingrata tarea de reconstruir la confianza de un país tras el escándalo del Watergate que llevó a la dimisión de Nixon, cometió el error de afirmar que la Unión Soviética no ejercía su dominación sobre las repúblicas de Europa del Este. Este error le costó caro a Ford, especialmente entre los votantes de estados bisagra del Medio Oeste, con un alto porcentaje de población de origen polaco y checo.

Cuatro años más tarde, Carter se convirtió en la víctima de su oponente, Ronald Reagan. El antiguo actor, conocido por su mediocridad en el escenario, dio una de sus mejores interpretaciones en el debate contra Carter. La telegenia de Reagan fue suficiente para calmar a los votantes que sospechaban de su perfil belicoso.

Desde estos debates inaugurales, los candidatos, sus asesores y los votantes han aprendido lecciones valiosas. Aunque ninguno de los debates posteriores ha sido tan decisivo, han tenido momentos memorables. Estos incluyen el chiste sobre su edad con el que Reagan hizo reír a su oponente, Walter Mondale, en 1984; la frialdad con la que Michael Dukakis respondió a una pregunta sobre la pena de muerte en 1988; George Bush padre perdiendo el hilo en 1992; y los suspiros de impaciencia de Al Gore en 2000.

De cara al debate de este jueves, los simpatizantes y estrategas demócratas confían en que se repitan los precedentes de los debates de 2020, cuando Biden se impuso a un airado Trump. En este contexto, Hillary Clinton, la única persona que ha debatido tanto con Trump como con Biden, ha publicado un artículo de opinión en The New York Times en el que ofrece tres consejos para los espectadores del debate: prestar atención a cómo los candidatos hablan de las personas y no solo de sus políticas, sobre todo en el tema crucial del aborto; tratar de ver más allá de las fanfarronadas, especialmente en el tema de la economía; y reflexionar sobre lo que realmente está en juego en estas elecciones.

Clinton también pide que no se anteponga el teatro a la política, ya que se trata de «elegir al mejor presidente y no al mejor actor». Este llamado, sin embargo, puede parecer demasiado en una cultura como la estadounidense, donde los debates presidenciales están más sujetos a las reglas de la pelea callejera que a las del noble arte de la retórica.

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