El Nuevo Frente Popular (NFP) está enfrentando un dilema acerca de su candidato a primer ministro para las próximas elecciones legislativas. A pesar de superar divisiones y formar un programa común, el partido no ha podido resolver la cuestión de la candidatura de Jean-Luc Mélenchon, un líder polarizante cuyo rechazo entre los votantes socialdemócratas podría poner en peligro las posibilidades del NFP de vencer al favorito, el Reagrupamiento Nacional (RN).
Mélenchon, quien es considerado una de las personalidades más destacadas de la izquierda en los últimos años, afirmó el 12 de junio que el primer ministro debería surgir del partido de la coalición con más escaños en el Parlamento, lo que favorece a su formación, la Francia Insumisa (LFI). Sin embargo, más tarde rectificó, afirmando que «no era candidato a nada».
Esta afirmación fue contestada por sus compañeros de coalición, incluyendo a Olivier Faure, el primer secretario del Partido Socialista, quien habló de la necesidad de una votación de todos los diputados de la coalición para designar al candidato. Esta postura fue respaldada por los ecologistas y los comunistas. Por su parte, el expresidente François Hollande pidió a Mélenchon «que se callara».
A pesar de los intentos de Mélenchon de dominar la coalición, el Partido Socialista no está dispuesto a dejarse dominar por LFI. El partido busca invertir la relación de fuerzas y para ello se apoya en el resto de partidos de la coalición y en la franja moderada de LFI, que está opuesta a la línea de Mélenchon.
La popularidad de Mélenchon ha disminuido tanto dentro de su movimiento como en la izquierda en general. Su estrategia de «ruido y furia» y su apoyo incondicional al diputado Adrien Quatennens, a pesar de haber sido condenado por violencia de género, han contribuido a su caída. También se le critica por la ausencia de democracia interna en su movimiento y sus repetidas purgas a los que se apartan de la línea oficial.
El impacto de Mélenchon en las clases populares es real, especialmente en las zonas pobres de Marsella, donde su nombre es clave para movilizar a los votantes. Sin embargo, también se le ve como un peligro para la democracia. A pesar de todo esto, Mélenchon sigue convencido de que es imprescindible para la izquierda si se quiere captar el voto de los jóvenes y de las clases populares urbanas.
Mélenchon siempre recuerda que en las presidenciales de 2022 estuvo cerca de vencer a la ultraderecha, quedando tercero en la primera vuelta con el 22% de los votos. En las europeas del pasado 9 de junio, el movimiento fue capaz de ganar un millón de votantes más que en 2019.
Las disensiones internas en el NFP y LFI sobre el liderazgo de Mélenchon son una bendición tanto para el RN como para el bloque presidencial, Ensemble, que llevan días mencionando el nombre de Mélenchon para ahuyentar a los votantes moderados tentados de apoyar al NFP.
El presidente Emmanuel Macron ha hablado incluso del riesgo de guerra civil en caso de victoria del NFP, en una campaña centrada en demonizar a la alianza de izquierdas y a un programa económico que considera que podría llevar al país a la ruina a pesar de haber recibido la aprobación de economistas como la Nobel Esther Duflo.