El exmandatario de Honduras, Juan Orlando Hernández, ha sido condenado a 45 años de prisión por sus alianzas con narcotraficantes que extendieron durante más de una década. Esta sentencia fue emitida en Nueva York, después de que se encontró culpable a Hernández de participar en una asociación delictiva que permitía a los narcotraficantes asegurarse de que más de 400 toneladas de cocaína llegaran a Estados Unidos.
Hernández, de 55 años, también ha sido condenado al pago de una multa de ocho millones de dólares. El tribunal que emitió la sentencia declaró que ésta sirve como advertencia a individuos “bien educados y bien vestidos” que adquieren poder y creen que su estatus les otorga inmunidad ante la justicia.
Kevin Castel, el juez que presidió el caso, ha dado un plazo de dos semanas a la defensa de Hernández para que aclaren cómo se pagará la abultada multa. A pesar de que la fiscalía solicitaba cadena perpetua para el exmandatario, la sentencia finalmente fue de 45 años.
El exmandatario hondureño, desafiante ante la sentencia, insistió en su inocencia y se autodenominó como un héroe del movimiento antidroga, alardeando de su alianza con las autoridades estadounidenses durante tres administraciones presidenciales para reducir el narcotráfico. Sin embargo, Hernández parecía consciente de su destino antes de conocer la sentencia, al declarar: “Lo más seguro es que estaré preso de por vida”, a su llegada al tribunal.
Juan Antonio Hernández, hermano del exmandatario, también fue condenado a cadena perpetua en Nueva York hace casi tres años por una causa similar. Durante su estancia en el poder, entre 2014 y 2022, Hernández se presentó como un fiel aliado de los Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico.
El juicio contra Hernández comenzó en febrero con acusaciones de la fiscalía de que el exmandatario había recurrido a la Policía, el Ejército y el sistema judicial de su país para proteger a narcotraficantes y acumular una fortuna. David Robles, el representante de la fiscalía, declaró que Hernández había usado su poder para proteger a los narcotraficantes y recibir a cambio grandes sumas de dinero.
El juez Castel describió a Hernández como un “hombre de dos caras”. Por un lado, promovía su compromiso en la lucha contra el narcotráfico y, por otro, facilitaba la importación de cocaína por valor de hasta 10 millones de dólares. Sin embargo, las pruebas presentadas en el juicio demostraron su culpabilidad y cómo Hernández utilizó sus habilidades de actuación para fingir ser un cruzado contra el narcotráfico, mientras desplegaba la policía y el ejército de su país para proteger y garantizar el tráfico de drogas.
Cuando se anunció la sentencia, Hernández, vestido con un traje verde apagado y gafas, permaneció de pie junto a su abogado frente a dos alguaciles estadounidenses. Después de estrechar la mano a su letrado y saludar con la cabeza a la sección de espectadores, Hernández salió cojeando del tribunal con la ayuda de un bastón y un aparato ortopédico en un pie.
La carrera política de Hernández como protector de narcotraficantes se desarrolló en paralelo a su ascenso desde diputado rural en 2004, a presidente del Congreso Nacional y finalmente a la presidencia, mientras recibía millones de dólares del narcotráfico. Durante el juicio, Hernández admitió que todos los partidos políticos de Honduras recibían dinero, pero negó haber aceptado sobornos.
Entre los testigos que declararon en el juicio, hubo narcotraficantes que admitieron su responsabilidad en docenas de asesinatos y afirmaron que Hernández era un protector entusiasta de algunos de los traficantes de cocaína más poderosos del mundo, entre ellos Joaquín El Chapo Guzmán, que está cumpliendo una cadena perpetua en Estados Unidos.