El desabastecimiento de medicamentos es un problema creciente que afecta a la salud pública y que necesita soluciones urgentes. Un caso destacado fue el desabastecimiento de amoxicilina pediátrica hace un año, pero este es solo un ejemplo de un problema más generalizado. Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), en el último año, hasta un 42% de los hogares tuvieron que esperar más de 24 horas para obtener un medicamento en su farmacia más cercana.
Este dato alarmante surge de una encuesta realizada por la OCU a 1.005 personas de entre 25 y 74 años sobre el suministro de medicamentos. No sólo pone de manifiesto el impacto negativo en la salud del paciente, sino también en el servicio público de salud. En el 90% de los casos, los medicamentos que se demoraban eran aquellos con receta, principalmente dispensados en oficinas de farmacia (87%), pero también de uso hospitalario (6%).
Entre los medicamentos más difíciles de encontrar se encontraban los fármacos antiinfecciosos (18%), los del sistema nervioso central (16%) y los del sistema endocrino (12%). Las respuestas más comunes de las farmacias a esta falta de suministro fueron la alta demanda del medicamento solicitado (32%), problemas logísticos (18%) y la escasez del principio activo (17%). En algunos casos (23%), las farmacias no pudieron proporcionar una razón concreta para el desabastecimiento.
Ante la falta de medicamentos, el 45% de los encuestados decidió esperar a que su farmacia lo recibiera, aunque más de un tercio de ellos (37%) tardó al menos cuatro días en conseguirlo. Un 21% prefirió seguir buscando en otras farmacias, incluso en otra localidad (3%). Otro 16% volvió a pedir cita con su médico para pedir otro fármaco alternativo, y a un 13% el farmacéutico les dispensó otro medicamento con el mismo principio activo. Sin embargo, un 1% declaró que nunca llegó a conseguir su medicamento o una alternativa.
Los problemas causados por la falta de suministro de medicación fueron diversos. Más de la mitad de los afectados experimentaron problemas, siendo la ansiedad y la preocupación los más habituales. Además, hasta un 21% experimentó un empeoramiento de su enfermedad. Otras consecuencias preocupantes fueron los efectos secundarios de la medicación alternativa, los errores en la toma por la nueva medicación, y la necesidad de coger una baja laboral o prolongar su estancia hospitalaria.
Ante esta grave situación, la OCU ha propuesto tres medidas básicas a las administraciones públicas competentes: permitir que los farmacéuticos ofrezcan una opción del mismo principio activo con diferente dosis o forma farmacéutica, siempre y cuando el paciente esté de acuerdo e instruyéndole sobre el cambio; permitir que cualquier farmacia pueda solicitar medicamentos extranjeros, no solo a través de los centros designados por las consejerías de sanidad, y promover la elaboración y prescripción de fórmulas magistrales del medicamento en falta en las farmacias, especialmente si no hay alternativas.
Estas propuestas buscan atajar un problema que, según la OCU, va a peor y que urge solucionar, no solo por las negativas consecuencias que tiene sobre la salud del paciente, sino también por el trastorno que supone para el servicio público de salud. Sin duda, se trata de un desafío que requiere de la atención y el compromiso de todos los actores implicados para garantizar el derecho a la salud de la ciudadanía.