El panorama político en Francia ha experimentado un giro sorprendente con la unión de los partidos de la izquierda francesa en un Nuevo Frente Popular para las elecciones legislativas. Este movimiento sin precedentes se produjo después de que el presidente Emmanuel Macron convocara de forma inesperada a elecciones legislativas, tras la victoria de la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional (RN) en las elecciones europeas del 9 de junio.
Philippe Antzenberger, un trotskista de toda la vida, y su esposa, Marie-Catrine Poirier, una votante ecologista de siempre, son solo dos de los muchos que han decidido apoyar al Nuevo Frente Popular. Ambos trabajan como voluntarios de campaña de Lounes Adjroud, candidato socialista por la alianza de izquierdas en el departamento de Altos del Sena, al oeste de París.
El hecho de que la extrema derecha ya tenga un pie en la puerta de la política francesa ha llevado a muchos a la conclusión de que ahora es el momento de actuar. Adjroud, teniente de alcalde de la localidad vecina de Châtillon y antiguo portavoz del Partido Socialista (PS), expresó sus preocupaciones con claridad: “Si Francia se escora a la extrema derecha, no habrá freno, iremos a una Europa de extrema derecha”.
La meta de impedir que la extrema derecha vuelva al poder por primera vez desde el fin del régimen de Vichy es el pegamento que ha logrado unir a una izquierda que ha tenido dificultades para cohesionarse durante los siete años de gobierno de Macron. En esta unión se encuentran el Partido Socialista, favorable a la UE y la OTAN, junto a Los Verdes y el Partido Comunista, además de la izquierda radical euroescéptica de La Francia Insumisa (LFI), liderada por el carismático y controvertido Jean-Luc Mélenchon.
Gilles Finchelstein, analista de la Fundación Jean-Jaurès y antiguo asesor en el Gobierno del primer ministro socialista Lionel Jospin, destacó la importancia de esta unión, a pesar de ser un acuerdo circunstancial. La presencia de una alianza de izquierdas es crucial para asegurar que el RN no logre los escaños necesarios para nombrar a su candidato, Jordan Bardella, como primer ministro.
El acuerdo entre las diversas fuerzas de izquierdas no ha estado exento de dificultades y sigue generando desconfianza. Las diversas fuerzas han luchado para que sus ideas se incluyan en el catálogo de 160 medidas electorales. Por ejemplo, se atribuye al eurodiputado Raphaël Glucksmann que se haya logrado claridad en cuestiones como el apoyo a Ucrania.
El Nuevo Frente Popular también tiene que superar muchas dudas en el plano económico. El viernes, presentó su programa, un ambicioso plan “keynesiano” de “ruptura tranquila” que calcula costará 100.000 millones de euros en 2025. Asegura que financiará íntegramente medidas como el aumento del salario mínimo y la indexación de los demás sueldos a la inflación, con ingresos equivalentes procedentes, sobre todo, de nuevos impuestos a los más ricos.
Manon Studnia, directora de una empresa de contratación de personal, criticó este plan por su falta de realismo, argumentando que resultará en una carga fiscal más alta para los ciudadanos. Sin embargo, el Nuevo Frente Popular tiene todavía siete días para convencer de lo contrario y cumplir su objetivo principal: cerrar la puerta del poder a la extrema derecha.