El Reino Unido, una nación que una vez fue la sexta más rica del planeta, se encuentra en una situación desalentadora. A las once de la mañana de un día cualquero, media docena de personas ya esperan fuera del North Paddington Foodbank en el oeste de Londres, cinco horas antes de su apertura. A lo largo del día, el número de personas esperando aumentará, todos ellos esperando llevar a casa una bolsa de alimentos básicos. Este es un reflejo de la creciente dependencia de los ciudadanos británicos de los bancos de alimentos, con alrededor de 3,000 de estos establecimientos actualmente proporcionando una ayuda necesaria para millones de personas.
La organización Trussell Trust, la mayor red filantrópica de asistencia en el Reino Unido, distribuyó tres millones de raciones de comida durante el ejercicio fiscal de 2022-2023, un aumento del 37% con respecto al año anterior. De estas raciones, 1,14 millones fueron para menores de edad. «No es justo que nuestra red de seguridad social no pueda proteger a los ciudadanos de la necesidad de tener que saltarse comidas, mantener apagados electrodomésticos básicos o que sus hogares permanezcan oscuros o fríos», denuncia Beatrice Orchard, directora de Políticas y Asuntos Públicos de la ONG.
El Reino Unido ha sufrido catorce años de gobiernos conservadores que han dejado un país con mayores desigualdades, agravadas por las consecuencias del Brexit, la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania. La era de austeridad iniciada por el gobierno de David Cameron para superar la crisis financiera de 2007 detuvo la inversión pública y privada, lo que ha llevado al país a una situación de estancamiento y falta de productividad. Si el Partido Laborista gana las próximas elecciones, como sugieren las encuestas, su candidato, Keir Starmer, tendrá una tarea complicada por delante.
A pesar de sus fortalezas, como el liderazgo en la exportación de servicios, una población altamente cualificada, universidades de prestigio y un mercado laboral flexible, el Reino Unido tiene deficiencias estructurales y un deterioro de los servicios públicos que los gobiernos conservadores no han logrado corregir en más de una década.
El gobierno de Boris Johnson esperaba que la pandemia, un desastre global, ocultara los efectos negativos del Brexit. Sin embargo, la decisión de seguir adelante con una Ley de Inmigración restrictiva durante la crisis sanitaria solo exacerbó los problemas. A finales de 2021, el Reino Unido se enfrentó a graves problemas de desabastecimiento, con cadenas de comida rápida como McDonald’s obligadas a cerrar por falta de materia prima y estanterías de supermercados como Sainsbury’s vacías. La principal patronal, la CBI, calculó entonces que el Reino Unido necesitaba al menos 100,000 camioneros más para afrontar los problemas de desabastecimiento.
Además de los problemas de desabastecimiento, el Reino Unido también ha experimentado una inflación del 11%. Los precios de la electricidad y el gas se dispararon, aumentando el gasto anual en energía del hogar medio británico en más de 1,600 euros (casi 1,800 dólares); la cesta de la compra, en casi 1,200 euros (1,270 dólares).
El sistema sanitario británico, una vez elogiado y replicado en todo el mundo, también ha sufrido bajo la presión de la austeridad y el Brexit. La lista de espera para recibir tratamiento prescrito ha alcanzado la cifra récord de 7,8 millones de pacientes en 2023, en comparación con los 4,6 millones de 2020 y los 2,3 millones de principios de 2010. Cerca de 400,000 personas han tenido que esperar más de un año para ser atendidas.
El sector educativo no es inmune a los problemas. En septiembre del año pasado, más de 150 escuelas en todo el país tuvieron que cerrar temporalmente debido a riesgos de derrumbe. Un material de construcción utilizado extensamente en los años cincuenta había llegado a su fecha de caducidad, en techos y paredes.
La crisis de la vivienda también sigue afectando a los jóvenes británicos, que a menudo tienen que vivir con sus padres o compartir alquileres debido a los altos precios de las viviendas. El precio medio de una vivienda en la actualidad es de 320,000 euros, muy por encima de lo que se consideraría asequible.
En cuanto a la inmigración, el Brexit, que se prometió como una forma de «recuperar el control» de las fronteras, ha llevado a un aumento de la inmigración no comunitaria. En 2023, el saldo neto de inmigrantes alcanzó los 685,000 nuevos habitantes, en comparación con los aumentos medios de entre 200,000 y 300,000 en los años anteriores a la pandemia.
Finalmente, el comercio también ha sufrido debido al Brexit y a la falta de acuerdos comerciales significativos con otros países. A pesar de las promesas de convertirse en una «Global Britain» que haría acuerdos comerciales con todo el mundo, el Reino Unido no ha logrado cerrar acuerdos de libre comercio con grandes economías como los EE.UU. o la India.
En definitiva, el Reino Unido se encuentra en una encrucijada, con el Brexit, la pandemia y las decisiones políticas pasadas dejando un legado de desigualdad y desafíos económicos que la próxima administración tendrá que abordar.