El pasado domingo, el periódico chileno La Tercera, en lugar de expresar empatía hacia el movimiento de solidaridad con el pueblo palestino que actualmente se lleva a cabo en la Universidad de Chile, publicó una serie de columnas que lo condenaban de manera directa.
Las críticas se centraron principalmente en el carácter machista de un lienzo desplegado en el frontis de la Casa Central de la Universidad de Chile, ignorando deliberadamente la sátira y el contexto detrás de él. Las columnas tacharon la acampada de estudiantes en apoyo al pueblo palestino de antidemocrática, acusaron a los estudiantes de seguir modas importadas del norte global y, finalmente, los compararon con prácticas nazis al supuestamente marcar a los profesores para permitir su entrada a la universidad.
Es difícil imaginar que uno de los movimientos estudiantiles más robustos y significativos de Latinoamérica, el movimiento estudiantil chileno, podría quedar al margen de un movimiento global que denuncia la incapacidad de muchos gobiernos para enfrentar y repudiar el genocidio que actualmente tiene lugar en Gaza. El movimiento de acampadas, aunque tuvo su origen en las principales universidades de Estados Unidos, se ha extendido por Europa y América Latina. Por ello, la Universidad de Chile no podía quedarse atrás en esta ola global de protesta y exigencia de justicia, demandando la ruptura de relaciones con Israel, relaciones que se materializan a través de acuerdos entre distintas universidades.
En lugar de criticar las prácticas antidemocráticas que ocurren en países como Alemania, donde los manifestantes no pueden portar banderas o pañuelos palestinos –kufiyas– en las protestas y donde el debate en las universidades está restringido para evitar acusaciones de antisemitismo, Devés, en lugar de solidarizar con la acampada o tomar una posición crítica durante su viaje en el país germano, acusó a los estudiantes de ser antidemocráticos y poco feministas por el contenido del lienzo. Mientras en Europa y Estados Unidos muchos académicos e investigadores son acosados y reciben amenazas de muerte por su apoyo al pueblo palestino, en la Universidad de Chile se realizan asambleas triestamentales buscando la mayor participación y debate posible.
El lienzo en cuestión, que ha sido objeto de tantas críticas, puede ser interpretado de múltiples maneras. No obstante, el propósito de los estudiantes era satirizar las asimetrías de poder, basándose en el graffiti original del Muro de Berlín donde los líderes comunistas Leonid Brezhnev y Erich Honecker se besan. Devés, en lugar de ser simplemente objeto de burla, es representada como alguien que pacta con Israel en lugar de oponerse a sus políticas. Los estudiantes, feministas o no, esperaban mucho más de la primera Rectora mujer de la Universidad de Chile: una líder capaz de empatizar con las necesidades y las luchas de sus estudiantes, en lugar de seguir ciegamente las tendencias de muchas universidades que ignoran las demandas de sus propios estudiantes.
El lunes, en el frontis de la Casa Central, se instaló un nuevo lienzo que retrata una balanza. En un lado se observan los cuerpos de las víctimas en Gaza, mientras que en el otro se muestra un afiche satírico de la política con la imagen del primer ministro Netanyahu. Todo esto va acompañado del texto “No cerremos los ojos a la verdadera violencia de género”. Es crucial destacar que el feminismo no debe ser instrumentalizado con fines individuales o intereses particulares. La lucha por la igualdad de género es esencial, pero debe enmarcarse dentro de un contexto más amplio de desigualdad y opresión que afecta a diversos colectivos, como en el caso de Palestina. En este territorio, la población palestina enfrenta múltiples formas de violencia, además del genocidio en curso, tales como violaciones masivas a los derechos humanos, discriminación, colonialismo, desplazamientos forzados y apartheid.
En definitiva, en lugar de unirse a las voces que condenan la violencia y la injusticia, los principales medios de comunicación chilenos, al igual que la Rectoría de la Universidad de Chile y el Gobierno, han optado por desviar la atención de los temas de fondo y centrarse en detalles que no capturan la esencia del problema. Este enfoque superficial minimiza la gravedad de la situación en Gaza y la validez de las protestas estudiantiles. La Universidad de Chile, con su extensa historia de activismo y defensa de los derechos humanos, sigue siendo un faro de solidaridad y acción en estos tiempos críticos. Los estudiantes a través de su movimiento de acampadas representan un llamado urgente a la justicia y a tomar acciones concretas contra las atrocidades que se cometen a diario. Es imperativo que la administración universitaria, así como los medios de comunicación, reconozcan y apoyen estas legítimas demandas, en lugar de descalificarlas y ridiculizarlas.
(*)Camila Ponce Lara es doctora en Sociología de la École des Hautes Études en Sciencies Sociales de París y el Centre d Études Sociologiques et Politiques Raymond Aron (CESPRA).