Avances significativos en la lucha contra el hambre y la inseguridad alimentaria en América Latina y el Caribe han resultado en que al menos tres millones de personas ya no estén en la situación más crítica de hambre, según la Oficina Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Esta mejora en la seguridad alimentaria es un indicador alentador en una región que todavía lucha con los efectos de la pandemia de COVID-19 y el cambio climático. Sin embargo, se estima que todavía hay 43 millones de personas en la región que padecen hambre, y 130 millones más que están mal alimentadas.
La semana pasada, la FAO presentó la Alianza Parlamentaria Iberoamericana y Caribeña por la Seguridad Alimentaria, un esfuerzo conjunto respaldado por las agencias de cooperación internacional de España y México y representantes de más de 10 países. Esta alianza tiene como objetivo impulsar iniciativas para abordar el hambre y la malnutrición en el subcontinente, y fortalecer el sector agroalimentario. A pesar del avance logrado, el representante de la FAO en la región, Mario Lubetkin, advierte que todavía queda mucho por hacer.
Los impactos de la pandemia de COVID-19 han exacerbado la inseguridad alimentaria en América Latina y el Caribe. Según un informe de la ONU publicado en 2021, el hambre en la región aumentó un 30% de 2019 a 2020, afectando a 59,7 millones de personas. Los cierres económicos, la pérdida de empleo y la interrupción de las cadenas de suministro de alimentos han sido especialmente duros en los países más vulnerables, como las islas del Caribe.
La recuperación económica ha sido desigual en la región. Lubetkin señala que, aunque ha habido algún progreso, no todos los países están reaccionando de la misma manera. Las áreas de fuerte producción alimentaria, como Sudamérica y México, están liderando la recuperación.
Centroamérica y el Caribe están lidiando con los efectos devastadores del cambio climático y los desastres naturales. El Corredor Seco de Centroamérica, por ejemplo, se ha visto duramente golpeado por la falta de lluvias, afectando la producción de alimentos básicos como el maíz y los frijoles. Los países más afectados por la sequía son Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, donde se ha perdido más del 70% de las cosechas de estos alimentos básicos.
La FAO señala que la situación en el Caribe es particularmente preocupante. Según un informe de la organización, el 44% de la población de Haití sufre de hambre severa. La combinación de violencia de pandillas, crisis económica y política y efectos climáticos ha llevado a que 4,3 millones de haitianos se enfrenten a la inseguridad alimentaria aguda.
Los países del Caribe también han sufrido debido a la disminución del turismo como resultado de la pandemia. Muchos de estos países dependen en gran medida de las importaciones de alimentos, y la pérdida de ingresos, junto con el aumento de los precios de los productos, ha obligado a muchas familias a optar por alimentos de menor calidad.
Además del hambre, la FAO también está preocupada por la obesidad en la región. El 25% de la población de América Latina es obesa, y el 8,6% de los niños menores de cinco años tienen sobrepeso, cifras que superan el promedio mundial.
Lubetkin enfatiza la necesidad de que los gobiernos inviertan en la transformación de los sistemas agropecuarios y en la reducción del desperdicio de alimentos. Según la FAO, el 12% de la producción de alimentos de la región se desperdicia, lo que equivale a más de 220 millones de toneladas de comida al año.
Para enfrentar estos desafíos de manera efectiva, Lubetkin sostiene que es necesario abordar las desigualdades económicas y mejorar la educación nutricional. Asegura que una alimentación saludable es clave, pero también advierte que un plato de comida de calidad puede ser inalcanzable para muchas personas debido a la desigual repartición de la riqueza. La educación, afirma, puede ayudar a las personas a tomar decisiones alimentarias más saludables.