El mundo del automóvil fue testigo de un acontecimiento importante el pasado 17 de junio, cuando la startup Fisker, también conocida como Fisker Group, se declaró en bancarrota en Estados Unidos. Aunque la noticia tomó a muchos por sorpresa, aquellos más familiarizados con la industria del motor no se sorprendieron tanto, dado que las dificultades de Fisker se habían vuelto evidentes en los últimos tiempos. Su bancarrota fue precedida por una serie de eventos económicos sospechosos que culminaron en despidos y retrasos en la publicación de su informe financiero.
Fisker atribuyó su fracaso a una serie de obstáculos y contratiempos que afectan a los fabricantes de automóviles eléctricos. Las dificultades que enfrentan las startups de vehículos eléctricos son bien conocidas, y Fisker no ha sido una excepción a esta tendencia.
Con su declaración de bancarrota, Fisker se encuentra en una posición en la que ya no está obligada a realizar ningún pago. Como resultado, la compañía planea vender sus activos, los cuales se estiman que valen entre 500 y 1.000 millones de dólares. Además, Fisker tiene deudas estimadas de entre 100 y 500 millones de dólares. Según la propia compañía, aún debería ser capaz de pagar a sus empleados, y también está negociando con sus accionistas.
Antes de declararse en bancarrota, Fisker había estado negociando con Nissan, un gran fabricante de automóviles. El objetivo de estas negociaciones era buscar opciones estratégicas y transacciones de mercado. De haber tenido éxito, Nissan habría tenido la oportunidad de invertir en Fisker y acceder a la Fisker Alaska, una camioneta eléctrica que podría haber beneficiado a la marca japonesa de múltiples maneras.
A pesar de estos esfuerzos, las ventas del vehículo principal de Fisker, el Fisker Ocean, no fueron suficientes para mantener a flote a la compañía. Antes de la bancarrota, Fisker había producido alrededor de 10.000 unidades del Ocean en la planta de Magna Steyr en Austria, aunque la previsión inicial era de más de 40.000 unidades. Sin embargo, sólo se entregaron unos 4.700 vehículos, lo que finalmente llevó a la paralización de la producción del Ocean.
La historia de Fisker es ciertamente interesante. A diferencia de Fisker Automotive, que nos presentó el Karma PHEV, la actual Fisker intentó vender el crossover Ocean por menos de 40.000 dólares, y fracasó en el intento. Esta estrategia se puso en marcha después de que el Ocean se presentara en el Salón de Los Ángeles de 2021.
Henry Fisker, el fundador de la compañía, es un antiguo diseñador de BMW, Tesla y Aston Martin. Entre sus creaciones más notables se encuentra el BMW Z8. Sin embargo, a pesar de su experiencia y su talento para el diseño, no ha logrado encontrar el éxito con su propia marca.
La bancarrota de Fisker no es un hecho aislado. De hecho, es la segunda vez que Henry Fisker ha experimentado un fracaso de este tipo. Su intento original, que se centró en gran medida en el Fisker Karma, también terminó en bancarrota. Aquel proyecto terminó siendo vendido a un consorcio chino, mientras que Henry decidió probar suerte de nuevo con la actual startup. Desafortunadamente, parece que este segundo intento tampoco ha resultado exitoso.
En general, la historia de Fisker sirve como un recordatorio de los desafíos que enfrentan las startups de vehículos elécticos. A pesar del talento y la innovación que pueden aportar a la industria, también deben lidiar con una serie de obstáculos y contratiempos que pueden hacer que su camino hacia el éxito sea muy difícil.