Las tensiones geopolíticas globales están alcanzando un nuevo pico, y los frentes que Occidente ha abierto contra Rusia, Irán, Palestina, Cuba y Venezuela son claras manifestaciones de una parcialidad geopolítica arraigada. Esta parcialidad parece estar catalizando el mundo hacia una crisis peligrosa, alimentada por visiones políticas egoístas y amenazantes hacia las naciones que se niegan a aceptar su versión del mundo. Un mundo diseñado para asegurar la hegemonía del capital frente al derecho de vivir en paz.
El Embajador de Venezuela en Chile, Arévalo Méndez, plantea un interesante escenario en el que la hegemonía del dólar como moneda dominante podría ser desplazada si el grupo BRICS, formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, logra consolidar una estructura económica sólida. Sostiene que, si el BRICS logra establecer las bases de un proyecto compartido, basado en la soberanía plena sobre los recursos naturales y la cooperación sin imposiciones ni neocolonialismos, estaríamos entrando en un mundo potencialmente diferente al actual, tutelado por Washington.
Este nuevo mundo, menos unipolar y más multicéntrico, podría despertar el entusiasmo por la posibilidad de un mundo diferente. Con recursos naturales, entendimiento, inteligencia, ganas de progresar y soberanía, los BRICS podrían ofrecer a la humanidad la oportunidad tan esperada. Pero el camino no está exento de obstáculos. Si Occidente se resiste a esta nueva realidad e intenta generar conflictos para mantener su dominio, habrá sin duda una reacción.
Méndez también sugiere la posibilidad de un nuevo sistema de multilateralismo construido desde y para el mundo en desarrollo. ¿Podría ser una reforma de la ONU posible en este contexto? La idea es intrigante, pero plantea desafíos significativos. Generar fuerza económica, política, social y tecnológica multicéntrica y multipolar será muy difícil si la ONU permanece atrapada en la idea de un sistema bajo la hegemonía de Washington y sus aliados.
El embajador es contundente al afirmar que Occidente no aceptará fácilmente tal cambio radical. Las economías basadas en la acumulación a través del despojo se rebelarán y recurrirán a las armas. La historia nos da una clara advertencia de esto.
El escenario actual, con Occidente enfrentándose a países como Rusia, Irán, Palestina, Cuba y Venezuela, es peligroso y amenaza con llevar al mundo a una crisis. Estos son tiempos tumultuosos, en los que las visiones políticas egoístas y amenazantes están diseñando un mundo para asegurar la hegemonía del capital, en lugar de promover el derecho de vivir en paz.
Méndez argumenta que no es posible pensar en un mundo más humano si partimos de la premisa de un conflicto inevitable entre civilizaciones, un concepto que califica de cruel y virulento, y hace referencia a la autoasumida «excepcionalidad» de una nación, un concepto que tiene ecos de la devastación de Hiroshima y Nagasaki.