En 1933, al borde de la bancarrota, Bugatti revolucionó otro medio de transporte y se salvó.

En 1933 y al borde de la quiebra, Bugatti se salvó revolucionando otro medio de transporte

La historia de Bugatti es tan fascinante como sus coches. El nombre Ettore Bugatti, fundador de la marca que lleva su apellido, es sinónimo de lujo, velocidad y diseño en el mundo del automóvil. Desde su fundación en 1909, la marca ha sido reconocida como una de las más innovadoras, pioneras en la fabricación de vehículos de calle y competición de alta gama. En la década de 1920 y 1930, Bugatti se consolidó como un líder en el ámbito de la ingeniería automotriz, llegando a convertirse en un referente en la industria. Sin embargo, en 1933, la empresa se encontraba al borde de la quiebra. En un giro audaz, Bugatti decidió diversificarse y comenzó a producir trenes, revolucionando así otro medio de transporte.

En la década de 1920, Bugatti presentó el Type 41, también conocido como Bugatti Royale. Este vehículo, considerado en su momento como el más opulento y lujoso del planeta, estaba destinado a la alta sociedad y la realeza. Con sus impresionantes dimensiones, su carrocería a medida y su motor de ocho cilindros en línea de 12,8 litros, el Royale era un verdadero símbolo de estatus y grandeza.

A pesar de la espectacularidad del Royale, la Gran Depresión mermó sus ventas. En 1933, sólo se habían vendido cuatro de las seis unidades producidas. Ettore Bugatti, previendo la difícil situación económica, decidió aprovechar los motores de los Royale no vendidos y adaptarlos para ser usados en trenes.

En aquel momento, la red ferroviaria francesa dependía en gran medida de lentas y viejas locomotoras de vapor. En menos de un año, Bugatti desarrolló un prototipo de tren, el Autorail, propulsado por los mismos motores del Royale. El objetivo de Bugatti era revolucionar el sector ferroviario y llevarlo al futuro mediante la alta velocidad.

En el diseño del Autorail, Bugatti aplicó técnicas propias de la industria automovilística. El tren tenía una forma aerodinámica inspirada en el Bugatti Type 32 de competición. Los motores del Royale se ubicaban en posición central y habían sido modificados para ser más fiables y duraderos. Además, se había mejorado el sistema de carburación y se habían ampliado los intervalos de mantenimiento.

El Autorail no sólo destacaba por su innovador diseño, sino también por su impresionante rendimiento. Durante las pruebas, los trenes alcanzaron velocidades de hasta 172 km/h. Un año después, en 1934, una unidad del Autorail estableció un récord al alcanzar los 196 km/h.

Los Autorail de Bugatti tuvieron un gran éxito comercial. Se fabricaron y entregaron 88 unidades. Sin embargo, su popularidad fue efímera. Las locomotoras diésel y eléctricas resultaron ser más económicas y fiables, y para 1958, la última unidad del Autorail ya había dejado de dar servicio.

Hoy en día, sólo se conserva una unidad del Autorail, que ha sido restaurada y se encuentra en el museo Cité du Train en Mulhouse, Francia. Algunos sostienen que el Autorail, uno de los primeros trenes de alta velocidad, fue la inspiración para proyectos posteriores como el TGV y otras redes de alta velocidad. Aunque la incursión de Bugatti en la industria ferroviaria fue breve, su legado perdura en la historia de la ingeniería de transporte.

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