El conflicto en Ucrania y Gaza aumenta el riesgo global de utilización de armas nucleares | Internacional

EL PAÍS

En enero de 2022, las cinco potencias nucleares más grandes del mundo, Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Rusia y China, manifestaron en un comunicado conjunto que “una guerra nuclear no se puede ganar y nunca debe librarse”. Sin embargo, el consenso sobre el uso de armamento nuclear se rompió un mes después cuando Rusia invadió Ucrania.

Desde entonces, el miedo a que un líder pueda recurrir a las armas nucleares en alguno de los conflictos activos, incluyendo la guerra en Gaza que comenzó en octubre del mismo año, ha llevado a las potencias nucleares a modernizar sus arsenales. Este desarrollo se produce en un contexto global en el que cada vez más países se enorgullecen de su inventario nuclear pero mantienen un hermetismo sobre sus estrategias de defensa.

Este es el escenario que presenta el informe anual del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri), publicado recientemente. Según Matt Korda, investigador del instituto, “Hemos tenido un tabú a las armas nucleares durante 75 años [tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki], pero ahora están tan normalizadas en el debate que, en una crisis, los líderes pueden sentirse obligados a recurrir a ellas”.

El informe indica que la cifra total de cabezas nucleares listas para usarse en el mundo sigue creciendo, en parte gracias a China. Mientras que los arsenales nucleares de Estados Unidos y Rusia se mantuvieron relativamente estables durante 2023, con 3.708 y 4.380 ojivas, respectivamente, China aumentó su arsenal de 410 a 500 cabezas en un año, superando a otras potencias como India o Corea del Norte.

La expansión de China se debe principalmente a la probabilidad de que el país sienta que su arsenal ya no es suficiente en comparación con otras potencias, según Korda. “Hace unas décadas, Pekín podía estar satisfecho con tener solo 200 cabezas nucleares, pero ahora ve que EE UU y Rusia están construyendo defensas avanzadas contra misiles y que tienen capacidades avanzadas de defensa que podrían eliminar sus armas”, sostiene el experto.

El informe también destaca el creciente grado de tensión entre las potencias nucleares en los últimos meses. Las armas nucleares no han jugado un papel “tan destacado en las relaciones internacionales” desde la Guerra Fría. Este hecho se refleja en las declaraciones de varios líderes en los últimos meses, que utilizan su poderío nuclear como método de disuasión.

Vladímir Putin, presidente de Rusia, ha amenazado varias veces con armas capaces de “destruir la civilización” y ha declarado que Rusia está “preparada para una guerra nuclear”. Recientemente, Moscú llevó a cabo maniobras nucleares junto con Bielorrusia. Por otro lado, uno de los ministros del Gabinete de guerra de Israel, en el Gobierno derechista de Benjamín Netanyahu, afirmó en noviembre que lanzar una bomba atómica sobre la Franja de Gaza era “una posibilidad”. Líderes de países como Corea del Norte o Pakistán también han hecho declaraciones intimidantes.

Sin embargo, Korda resalta que no se puede ignorar el papel de Occidente: “La OTAN también ha dado señales firmes de que tiene poder nuclear. Es muy cuidadosa y no hace declaraciones porque no quiere sonar tan beligerante como Rusia. Pero si nos fijamos en sus ejercicios militares, muchos son cerca de la frontera rusa”.

A pesar de estas demostraciones de fuerza, el Sipri argumenta que cada año hay menos transparencia en lo relacionado con las armas atómicas. Rusia suspendió de manera unilateral el Tratado sobre Reducción de Armas Estratégicas (New START) en febrero de 2023, creado en 2010 para intercambiar datos con EE UU sobre sus fuerzas nucleares dos veces al año. Washington mantuvo su parte del trato al revelar las cifras el primer semestre de 2023, pero después dejó de hacerlo. Lo mismo hizo Londres, uno de sus mayores aliados. “Desde hace tres años no sabemos mucho del tamaño del arsenal británico, pese a que previamente era uno de los países más transparentes en este aspecto”, denuncia el experto.

“Irónicamente, algunos de los Estados más autoritarios son algunos de los menos opacos”, añade el experto. Uno de los ejemplos más claros es Corea del Norte, que, aunque es uno de los países con mayor hermetismo en casi cualquier aspecto, es de los que más presume de su capacidad atómica. “Allí se hacen desfiles de misiles, se muestran fotos y todo es un mensaje de su fuerza”, indica.

Según el informe, el régimen de Kim Jong-un ha ensamblado al menos unas 50 cabezas nucleares, unas 20 más que hace un año (es el país que más crece después de China). Además, desde septiembre, la Constitución consagra el estatus de Corea del Norte como un “Estado con armas nucleares”. Su arsenal, según una nueva ley, debe estar “listo para la acción” y puede utilizarse de forma preventiva, en contradicción con la doctrina generalizada de no first use, es decir, de contención, en la que los países se comprometen a responder pero no atacar.

La cumbre del G-7 cerró la semana pasada con reclamos a Corea del Norte e Irán por su respaldo a Rusia en la guerra con Ucrania y con la posibilidad de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca en las elecciones de noviembre. Pero, ¿qué significaría esto en materia nuclear? “[Con Trump] siempre hay un elemento de imprevisibilidad. Sin embargo, podemos ver que durante su mandato (2017-2021) envió mensajes a sus aliados para que no dejaran su seguridad exclusivamente en manos de EE UU”, apunta Korda.

Por último, el informe alerta también de cómo se desarrolle la tensión bélica en Oriente Próximo. Irán sigue enriqueciendo uranio y está muy cerca de la línea del desarrollo nuclear, como señala el informe. Según Korda, que Teherán cruce o no ese límite dependerá de un cálculo político, más que estratégico: “Las armas nucleares pueden ser muy valiosas para la seguridad de un país y esa necesidad puede tener resonancia internamente”.

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