El G-7 en decadencia intenta enfrentarse a los regímenes autoritarios | Internacional

EL PAÍS

El pasado jueves, Italia fue la anfitriona de la cumbre del G-7, un grupo de siete de las economías más industrializadas del mundo, que incluye a Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y los Estados Unidos. La cumbre fue un intento del grupo de enfrentar de manera coordinada los desafíos planteados por los regímenes autoritarios en todo el mundo.

La caída del Muro de Berlín marcó un cambio significativo en la economía global. En ese momento, los países del G-7 representaban el 67% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial. Sin embargo, hoy en día, su cuota del PIB mundial se ha reducido a un 43%. A pesar de esta disminución, y de las turbulencias políticas que afectan a sus miembros, el G-7 todavía mantiene herramientas de poder y una coherencia estratégica superior a la de sus rivales.

Según Giorgia Meloni, la primera ministra italiana que actualmente preside el grupo, la cumbre demostró una unidad de propósito entre los miembros del G-7. La cumbre concluyó con una declaración final que actúa como una brújula estratégica, delineando líneas de acción y enviando advertencias a los adversarios y señales a los posibles socios.

Rusia fue uno de los principales focos de atención durante la cumbre. En respuesta a su «revisionismo brutal», el G-7 ha intentado garantizar la continuidad de su apoyo a Ucrania mediante un esquema para inyectar otros 50.000 millones de dólares de ayuda a Kiev. Este financiamiento, que se espera que se entregue para finales de año, se utilizará para fines militares, de reconstrucción y para mantener el equilibrio fiscal en Ucrania.

Otro tema importante de discusión fue el papel de China en la economía mundial. Los países del G-7 expresaron su voluntad de imponer sanciones no solo a las empresas que proporcionan material de doble uso a Rusia, sino también a las entidades financieras que facilitan ese comercio. Además, los países del G-7 lanzaron una advertencia a China sobre su política industrial, que consideran desleal.

En cuanto a Irán, el G-7 pidió que cese sus acciones desestabilizadoras y que deje de apoyar a Rusia. Además, el grupo advirtió a Teherán que está preparado para responder de manera rápida y coordinada, incluso con medidas nuevas y significativas, a cualquier acción provocadora.

Otras naciones y regiones también fueron discutidas durante la cumbre. Se criticó a Corea del Norte por su apoyo a Rusia y se advirtió en contra de la perspectiva de que Moscú devuelva favores entregando tecnología nuclear. Se instó a Venezuela a abstenerse de realizar acciones desestabilizadoras en la región de Esequibo de Guyana y a permitir una observación completa de sus elecciones.

A pesar de las declaraciones fuertes hechas durante la cumbre, es importante recordar que las declaraciones conjuntas del G-7 carecen de fuerza ejecutiva y dependen de la voluntad política futura de los miembros. Sin embargo, la cumbre demostró un renovado sentido de convergencia y relevancia del G-7 en la escena global.

La cumbre también vio la participación de líderes de la India, Brasil y Argentina como invitados. Esto se interpretó como un esfuerzo del G-7 para fortalecer los lazos con los países no alineados y desmantelar la narrativa de Occidente contra el resto.

Finalmente, aunque países como China, Rusia, Irán y Corea del Norte están estrechando su cooperación, no disponen de alianzas militares formales o foros estructurados con una visión geopolítica y económica coherente. Por lo tanto, a pesar de los desafíos, el G-7 sigue desempeñando un papel importante en el escenario mundial.

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