Como chileno, me siento profundamente consternado por la orientación de la política exterior adoptada por mi actual presidente, Gabriel Boric. Me preocupa que su apoyo a una causa que considero injusta y peligrosa pueda tener repercusiones significativas para el futuro de la humanidad.
Miguel Lawner, un renombrado arquitecto de mi país, ha expresado recientemente opiniones similares. En una reciente entrevista realizada en Alemania, Lawner se manifestó alarmado por el hecho de que nuestro presidente haya expresado su apoyo a Ucrania en su conflicto con Rusia.
No puedo evitar sentir que Boric parece estar más preocupado por mostrar en Europa un certificado de buena conducta en esta materia, que por entender plenamente la complejidad del conflicto que está apoyando. Esta postura me parece particularmente alarmante, dada la historia personal de Lawner. Sus padres nacieron en Ucrania y se vieron obligados a emigrar en 1922, huyendo de los asaltos contra aldeas pobladas predominantemente por familias judías, tras la caída del Imperio Zarista.
Lawner también señaló que es imposible que Boric ignore las causas que han motivado la intervención rusa en la región del Donbas. Los conflictos en Ucrania no son nuevos, y han sido influenciados por intereses externos durante mucho tiempo. Lawner cita el golpe de estado en Ucrania en 2014, que culminó con el derrocamiento del presidente Víctor Yanúkovic y contó con el apoyo total de los Estados Unidos. Esta acción fue claramente un intento de detener la creciente influencia política y económica de Rusia, impulsada por el ascenso al poder de Vladimir Putin.
En este contexto, Lawner menciona a Victoria Nuland, entonces subsecretaria de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos y ahora número tres del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Nuland desfiló personalmente por la plaza de la Independencia de Kiev, que lleva el nombre de Maidán, para animar las protestas contra el presidente Yanukóvich. Esta manifestación de apoyo abierta por parte de una alta funcionaria del gobierno estadounidense es un claro indicio de la implicación de los Estados Unidos en los asuntos internos de Ucrania.
Lawner también se refiere a Stepan Bandera, un controvertido personaje de la historia ucraniana que organizó las legiones ucranianas que lucharon contra la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Bandera fue acusado por la Unión Soviética de haber organizado y participado en pogromos en la ciudad de Lvov, que costaron la vida a entre 4.000 y 8.000 judíos. Sin embargo, en 2014, el parlamento de Ucrania estableció oficialmente el 1° de enero como día conmemorativo del nacimiento de Bandera, una decisión que ha sido celebrada por sectores de la ultraderecha ucraniana y que sin duda ha avivado las tensiones con Rusia.
Lawner expresa su preocupación por el hecho de que Boric parece ignorar estos antecedentes y se muestra sorprendido de que Rusia pueda ser considerada como una «fuente de referencia de la izquierda en el mundo». Añade que el este de Ucrania, conocido como el Donbass, ha sido particularmente reprimido desde el golpe de estado de 2014. Las regiones de Lugansk y Donetz, que conforman el Donbass, son mayoritariamente rusas y han sufrido agresiones y crímenes cometidos por las pandillas fascistas del batallón Azov. En respuesta a estos abusos, las regiones del Donbass acordaron la creación de las Repúblicas Independientes de Lugansk y Donetz.
A pesar de la firma de los acuerdos de Minsk en 2015, que establecían un alto al fuego en el Donbas, el gobierno de Ucrania ha violado sistemáticamente estos acuerdos. El Batallón Azov, un cuerpo paramilitar de ultraderecha, ha sido responsable de numerosas agresiones contra las repúblicas independientes del Donbass. Estos actos de violencia han sido ignorados por gran parte del mundo, a diferencia de la reciente invasión rusa en Ucrania, que ha motivado múltiples acciones de represalia por parte de Estados Unidos, la mayoría de los países europeos, el ex presidente chileno Sebastián Piñera y, sorprendentemente, Boric.
Finalmente, Lawner expresa su consternación por la decisión de Boric de asistir a una Cumbre por la Paz en Basilea, Suiza, organizada por las potencias europeas y los EEUU, pero a la que no se ha invitado a Rusia. Lawner ve este gesto como una alineación de Boric con una causa injusta y peligrosa para el futuro de la humanidad. Mientras tanto, un creciente número de naciones independientes están solicitando su afiliación a la organización llamada BRICS, que incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y que ha mostrado un impresionante progreso económico, superando a sus homólogos del G7 en términos de paridad de poder adquisitivo como porcentaje del PIB mundial.
En resumen, Lawner critica la postura de Boric en el conflicto entre Ucrania y Rusia, sugiriendo que puede estar ignorando la complejidad de la situación y alineándose con fuerzas que son injustas y potencialmente peligrosas para el futuro de la humanidad. Su preocupación se basa en una comprensión profunda de la historia y la política de la región, y ofrece una perspectiva valiosa que debería ser considerada en el debate sobre la política exterior de Chile.