David Cameron y la falsa creencia de que lo peor del Brexit ya está superado | Internacional

EL PAÍS

El jueves pasado, el ex primer ministro británico David Cameron ofreció una conferencia en la Asociación de Prensa Extranjera en Londres. En medio de una campaña electoral en la que el Brexit ha sido deliberadamente ignorado por los candidatos conservador y laborista, la conferencia de Cameron fue la única oportunidad de hablar sobre el polémico divorcio de la Unión Europea, un tema que ha ensombrecido la política británica durante casi una década.

En su comparecencia, Cameron mostró su particular habilidad para evitar cualquier cargo de conciencia y asumir que siempre habrá alguien detrás que limpiará el desorden que dejan. Esta actitud es típica de cierta clase alta británica, y Cameron, quien jugó un papel crucial en el Brexit, la ha demostrado una vez más. A pesar de haber sumergido al país en una década de incertidumbre y caos político, caminaba entre las cámaras con aplomo y una salud aparentemente de hierro.

La respuesta de Cameron a las preguntas sobre el Brexit fue sorprendente por su mezcla de ingenuidad y cinismo. Defendió la idea de que el Reino Unido está rediseñando su relación con la UE para convertirse en amigos, vecinos y aliados, sin necesidad de ser miembros. Citó la colaboración en la crisis de Ucrania como un claro ejemplo de cómo esta nueva relación está funcionando.

Rishi Sunak, el actual primer ministro, ofreció a Cameron la cartera de Exteriores justo cuando las relaciones entre Londres y Bruselas comenzaban a suavizarse. Esto sucedió después de los años conflictivos de Boris Johnson y Liz Truss, que amenazaron con desencadenar una guerra comercial entre los dos bloques. La administración de Johnson incluso rompió unilateralmente el llamado Protocolo de Irlanda, una medida diseñada para mantener la paz en Irlanda del Norte e integrarla en la era post-Brexit.

Sunak y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lograron rectificar esta situación con el llamado Acuerdo Marco de Windsor. Cameron elogió este acuerdo, el primer intento serio de poner fin a un enfrentamiento diplomático complicado, como una muestra de cómo las cosas han ido mejorando.

Sin embargo, Cameron no mencionó las continuas fricciones en las aduanas, las decenas de empresas exportadoras británicas que han quebrado, o la pérdida de talento debido a la salida de ciudadanos europeos y el fin de la libertad de movimientos.

En cuanto al resurgimiento de la derecha populista de Nigel Farage y su partido Reform UK, Cameron lo ve como un mero inconveniente electoral. Argumentó que las aspiraciones de los votantes de Farage – impuestos más bajos, menos inmigración y una política de defensa fuerte – son exactamente lo que un Gobierno del Partido Conservador puede llevar a cabo.

Finalmente, la reciente foto de Cameron junto a Emmanuel Macron, Joe Biden y Olaf Scholz en las playas de Normandía para conmemorar el 80º aniversario del desembarco aliado en la II Guerra Mundial, fue un desastre para Sunak, que fue criticado por su ausencia. Pero a Cameron parece no importarle posar junto a los líderes mundiales, a pesar de que su papel en el Brexit ha convertido al Reino Unido en un problema internacional más que en un aliado confiable.

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