La historia de la evolución de los automóviles nos lleva a 1894, cuando el automóvil, un invento apenas una década antiguo, experimentó un cambio significativo. Alfred Vacheron, un pionero del automovilismo, hizo una aparición en una carrera a bordo de un Panhard 4HP, pero lo que marcó la diferencia fue su innovación al instalar un volante circular en su coche. Antes de su invento, los automóviles, que eran lentos y rudimentarios, se manejaban con barras y palancas. La introducción del volante fue un cambio de juego, ganando popularidad tan rápidamente que en una década se convirtió en la interfaz estándar de control de dirección de los automóviles.
Hoy en día, el volante sigue siendo una característica esencial de todos los automóviles. Sin embargo, en los últimos años, esta crucial interfaz hombre-máquina ha estado experimentando un cambio preocupante. En la búsqueda de la diferenciación, el diseño y el marketing, los volantes están empezando a perder su forma circular. No se trata de una protesta en contra de la modernidad. De hecho, estoy completamente a favor de los volantes peculiares, ya sea con un número de radios no normativo, de colores exóticos, con inserciones de madera o piedra natural, con costuras de colores o incluso con soportes para los pulgares. Sin embargo, hay una condición inexcusable que debe cumplirse: el aro exterior del volante debe ser perfectamente redondo.
No fue hasta bien entrado el siglo XXI cuando empezamos a ver volantes achatados en algunos coches deportivos. Estos volantes se inspiraban en los volantes de los coches de competición, con direcciones extremadamente directas que no requerían más de media vuelta de giro a sus pilotos. Esta competencia de «quién puede hacer más» ha resultado en volantes con aros achatados en ambos extremos, en volantes hexagonales, e incluso en volantes tipo «yoke», como el popularizado recientemente por Tesla.
El problema con este cambio de diseño radica en que no conducimos coches de carreras, sino coches de calle con direcciones muy desmultiplicadas, que nos obligan a dar varios giros de volante. El radio constante de un volante circular ayuda a nuestro cerebro a saber dónde debe colocar nuestras manos, y nos otorga certeza, confianza y seguridad. En la conducción deportiva o en circuito, a mi juicio, un volante circular es absolutamente imprescindible.
Si tienen dudas sobre la eficacia de los volantes redondos, solo necesitan echar un vistazo a la forma del volante de un Porsche 911 GT3. En un futuro donde las direcciones by-wire con desmultiplicación variable podrían ser la norma, los volantes circulares podrían no ser necesarios. Sin embargo, a día de hoy, cualquier volante no circular es un paso atrás en ergonomía.