La reciente llegada del USS Helena, un submarino de ataque rápido de propulsión nuclear de la Armada de los Estados Unidos, a la base norteamericana en la Bahía de Guantánamo, en aguas de Cuba, ha desatado una serie de interpretaciones. Este hecho se produjo apenas horas después de que la flotilla rusa, con el submarino Kazan a la cabeza, hiciera lo mismo frente a La Habana. Este evento ha desatado reminiscencias de la Guerra Fría y de la famosa Crisis de los Misiles, que en su momento llevó al mundo al borde de una guerra nuclear.
El gobierno de Miguel Díaz-Canel ha atribuido la visita del Kazan y los buques rusos que lo acompañan, la fragata Gorshkov, el buque petrolero Pashin y el remolcador de salvamento Nikolai Chiker, a «prácticas normales» y a una visita que se corresponde con las históricas relaciones de amistad entre Cuba y la Federación de Rusia. Por su parte, Washington ha calificado la llegada del USS Helena como una «visita de rutina».
La portavoz del Pentágono, Sabrina Singh, ha minimizado la importancia de la llegada de la flotilla rusa, declarando que «No es una sorpresa, hemos visto hacer este tipo de escalas en puertos antes. Por supuesto que nos lo tomamos en serio, pero estos ejercicios no representan una amenaza para los EEUU».
Sin embargo, informes de medios estadounidenses han revelado que tres destructores de misiles guiados, un guardacostas y un avión de patrulla marítima siguieron de cerca la travesía de la flotilla rusa, cuyo siguiente destino será Venezuela. Los tres barcos rusos y el Kazan pasaron a menos de 30 millas de la costa de Florida.
A pesar de este estrechamiento, hay que recordar que el canciller ruso Serguéi Lavrov ya había realizado su novena minigira cubana en dos décadas para demostrar su estrecha alianza, a solo 160 kilómetros de los EEUU, «por un orden mundial multipolar más justo y más democrático». Las dos revoluciones, castrista y chavista, junto a la tiranía sandinista en Nicaragua, son las grandes aliadas del Kremlin en las Américas y sus mejores portavoces para su invasión de Ucrania.
Aunque el acercamiento de Vladimir Putin con las dictaduras de las Américas es evidente, no parece que se esté viviendo una situación similar a la Crisis de los Misiles del siglo pasado. Según el historiador Armando Chaguaceda, «En aquella ocasión se produjeron desplazamientos de tropas convencionales y de 42 misiles con capacidad nuclear. Esta flotilla es un destacamento pequeño, no es nada comparable en términos militares con la Operación Anadyr (el nombre clave utilizado entonces por las autoridades de la Unión Soviética)».
En su análisis, Chaguaceda destaca que «Lo que sí representa es un desafío simbólico: la devolución de la incursión de EEUU en su traspatio europeo».
Por su parte, Moscú denomina el traspatio de América Latina al famoso «patio trasero» de los EEUU, un término acuñado en su día para describir el continente por la Doctrina Monroe. De esta manera, se pone de manifiesto la tensión existente y la lucha por la influencia en esta región estratégica.