Los ultras dan un golpe electoral a la UE en las Elecciones Europeas 2024 | Noticias

EL PAÍS

El ascenso de la ultraderecha en la reciente contienda electoral ha dejado una fuerte impresión en la política europea, comparable a la del referéndum en Francia en 2005, que rechazó el proyecto de la Constitución europea. Este último evento se considera un terremoto político que marcó un hito en la historia de la Unión Europea (UE). En aquel entonces, la reacción de Bruselas fue minimizar el impacto, presentándolo como un contratiempo menor sin repercusiones significativas para el futuro de la UE. Sin embargo, la realidad fue todo lo contrario.

Hoy, partidos abiertamente antieuropeos como el francés Reagrupamiento Nacional y el alemán Alternativa para Alemania (AfD) han emergido como las principales fuerzas políticas en sus respectivos países. Estos países son el corazón de la UE, marcando su ritmo y dirección.

El motor francoalemán de la UE es insustituible. Si París o Berlín caen en manos de gobiernos contrarios a la integración europea, la UE se paralizará o, en el peor de los casos, sufrirá una herida de muerte. Esta es una posibilidad que no puede ignorarse.

Los mercados, que rara vez pasan por fases de duelo, ya han reaccionado. Se ha observado que el presidente francés, Emmanuel Macron —quien se vio obligado a convocar elecciones legislativas tras la victoria de Marine Le Pen en las europeas— podría convertirse en un líder debilitado para el resto de su mandato (hasta 2027). Por otro lado, la coalición del canciller alemán, Olaf Scholz, que ya estaba debilitada y sujeta a profundas divisiones, salió aún peor parada de las elecciones.

La incertidumbre sobre el futuro de Macron y la fragilidad del Gobierno de Scholz se contradicen con la ambición que la UE necesita para afrontar una legislatura de transformación y expansión. El ex primer ministro italiano, Mario Draghi, asegura que Europa necesita un «cambio radical» para preservar su modelo económico y social en la actual escena mundial. Pero con el actual panorama político, esta transformación parece inviable.

La única constante entre todos los partidos de ultraderecha es su deseo de autocentrarse y recortar la solidaridad con otros países. El líder holandés, Geert Wilders, promete a sus contribuyentes que sus impuestos no se utilizarán para financiar infraestructuras en España. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, garantiza que ningún refugiado cruzará las fronteras húngaras para aliviar la carga de los países en primera línea de llegada. Marine Le Pen promete a los agricultores franceses una renacionalización de la política agrícola, lo que en la práctica supondría el fin de los subsidios europeos y el cierre del mercado francés a productos de otros países europeos.

Algunos en Europa sueñan con que estos partidos, si llegan al poder, se acostumbrarán a la negociación, el compromiso y la solidaridad que mantiene en pie a la UE. Pero su historial sugiere lo contrario. Han pasado años intentando llegar a acuerdos entre sí, pero sin éxito.

Por último, a diferencia de EE.UU., Brasil o Argentina, la UE no puede permitirse el lujo de una victoria de la ultraderecha. Su supervivencia depende de ello.

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