La política española se ve cada vez más amenazada por las estrategias y teorías conspirativas de partidos de extrema derecha como Vox y Se Acabó la Fiesta (SALF), la marca del propagandista ultra Luis Pérez, conocido como Alvise Pérez. Estos partidos, cuyos programas electorales son prácticamente indistinguibles, se han ido ganando un lugar en el panorama político gracias a la aquiescencia desconcertada del Partido Popular (PP) de Alberto Núñez Feijóo.
Aunque antes se consideraban una anécdota extemporánea, una concesión generosa del sistema democrático, las teorías conspirativas y estrategias trumpistas de estos partidos ahora representan una amenaza en toda regla para el clima político y social del país, así como para el futuro del PP.
La retórica alarmista de Vox y SALF se centra en los supuestos peligros y riesgos de la inmigración y su relación no fundamentada con la inseguridad ciudadana. Estas consignas, propagadas por sus líderes, Santiago Abascal y Alvise Pérez, han atraído a miles de exvotantes del PP y de Vox, insatisfechos con las políticas actuales y seducidos por discursos que atacan la burocracia europea, las políticas de género, las medidas para paliar el cambio climático y los supuestos pactos del bipartidismo.
Es preocupante que la mayoría de los votantes que ha captado SALF son jóvenes y estudiantes, según los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Estos seguidores reproducen en sus chats sospechas sobre todo lo que pueda promover o contar el Gobierno, el PP, o Europa.
La base de seguidores de Alvise Pérez, quien fue jefe de gabinete del actor Toni Cantó en su etapa de líder de Ciudadanos en la Comunidad Valenciana, no tiene problema en defender la idea de que todo lo que está pasando en España es consecuencia de un sabotaje o de un fraude electoral. Estas teorías conspirativas incluyen mentiras y sospechas sobre quién estuvo detrás de los atentados del 11-M y acusaciones falsas sobre quién maneja los hilos de la empresa Indra, la compañía que tramita los datos de los votos en las urnas, o el uso de Correos para beneficiar a Pedro Sánchez.
El crecimiento de estas facciones ultras es un problema no solo para España, sino también para Europa. En las recientes elecciones europeas, aunque el PP ganó, Vox también creció y SALF casi llegó al 5% de los votos.
El PP ha estado dando bandazos desde que Mariano Rajoy tuvo que ser relevado por Pablo Casado tras la moción de censura de 2018. Los populares no saben qué hacer ni cómo relacionarse con Vox. El partido de Abascal, además, no se ha hundido en estas elecciones europeas, ni lo hizo en Euskadi o en Cataluña, como esperaba el PP para poder reconstruir la casa común de toda la derecha. Antes, el PP miraba de reojo a socios hipotéticos como el PNV y Junts, pero ahora ya no le llega ni con Vox.
En este escenario, el futuro del PP y de la política española en general se ve amenazado por el auge de estos partidos ultras y sus teorías conspirativas. Sin duda, este es un tema que seguirá en el foco de la actualidad política en los próximos meses.