Ruta clara para Salvador Illa en las Elecciones Europeas 2024 | Noticias

EL PAÍS

La reciente serie de elecciones en Cataluña ha despejado las dudas y levantado el velo de incertidumbre que cubría la región. Con una victoria resonante del socialismo catalán, superior incluso a los resultados obtenidos en las elecciones del 12 de mayo, se abre el camino para que Salvador Illa negocie y consiga la investidura como presidente de la Generalitat.

La interpretación de estos resultados ofrece pocas dudas. Sería necesario forzar la imaginación política hasta límites casi incomprensibles para la gran mayoría de los ciudadanos para continuar resistiendo a la formación de un gobierno dirigido por el Partido Socialista Catalán (PSC), ya sea en solitario o en una coalición de izquierdas.

Durante el último mes, desde las elecciones autonómicas del 12 de mayo, ha imperado un silencio casi absoluto en los pasillos del Parlament. La campaña electoral ha oscurecido cualquier negociación o contacto para la formación de la mesa de la cámara y, como consecuencia, para la organización de la investidura. El plazo legal para la constitución de la nueva legislatura se ha agotado. Si ha habido algún acuerdo sobre la composición de la mesa y el nombre del nuevo presidente o incluso sobre la investidura, nadie tiene noticia de ello.

Este silencio no es casual. Coincidió con el incómodo solapamiento entre el inicio de la legislatura catalana y la campaña para las elecciones europeas. Cualquier pacto alcanzado durante este período habría interferido con la campaña electoral, ya fuera el de los tres partidos de izquierdas para la investidura de Illa, o el de los partidos independentistas para controlar la mesa y condicionar la investidura, o incluso catapultar a Carles Puigdemont a la presidencia.

Además de poner fin a la incertidumbre, las elecciones europeas proporcionaron un triple aval: para el socialismo catalán y su centralidad dentro del PSOE; para la amnistía que permitió la investidura de Pedro Sánchez; y para Salvador Illa, con su propósito de pasar página a la década perdida en Cataluña.

La caída en la participación también puede interpretarse como un indicador del cansancio del electorado y la inhibición de los votantes independentistas. Las cinco victorias consecutivas del socialismo catalán no alientan precisamente las ambiciones de aquellos que, como Puigdemont, están tentados a arriesgar una vez más, en lo que puede interpretarse como un gesto propio de los perdedores empedernidos.

Las fantasías de un referéndum de autodeterminación o incluso la investidura de Puigdemont a cambio de la estabilidad para Sánchez, que tanto entusiasmaban al PP, a Vox y a los desaparecidos Ciudadanos, ya no pueden ser alimentadas. La desautorización del independentismo es tan clamorosa como la ratificación de la hegemonía socialista e incluso supera a la que ha sufrido el Partido Popular.

Cataluña no puede esperar más. El chicle del procés ya no puede estirarse más. Quien siga intentándolo se alejará de la centralidad donde se definirá el futuro hasta arriesgarse a perder toda relevancia. Las elecciones europeas enviaron un mensaje indiscutible a Oriol Junqueras y a Puigdemont: ha llegado la hora de la rectificación y de la renovación, tanto de las estrategias como de los liderazgos. Como dijo Gorbachev al dirigente comunista alemán Erich Honecker poco antes de la caída del Muro de Berlín: «La historia castiga a quienes llegan tarde».

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