El reciente declive electoral del grupo Los Verdes / Alianza Libre Europea (ALE) en el Parlamento Europeo ha encendido focos rojos en la agenda climática de la Unión Europea (UE). El grupo político ha caído del cuarto al sexto lugar, perdiendo casi un tercio de sus eurodiputados, de 74 a 52. Este suceso, denominado como ‘greenlash’ o resistencia a las políticas ambientales, ha llevado el apoyo a los partidos verdes a niveles que preceden al salto cualitativo registrado en 2019, el cual impulsó el Pacto Verde Europeo.
El Pacto Verde Europeo es un conjunto de iniciativas de la UE con el objetivo de hacer que la economía de la UE sea sostenible. Sin embargo, estos objetivos podrían verse debilitados debido a los recientes resultados electorales. El descenso de los verdes ha sido notable en Alemania, donde la Alianza 90/Los Verdes es parte del gobierno en coalición, junto con el Partido Socialdemócrata (SPD) y el Partido Demócrata Libre (FDP).
Francia también ha observado una caída en el apoyo a los verdes, con su presidente, Emmanuel Macron, pidiendo incluso una «pausa» en la agenda legislativa europea tras las protestas de los agricultores. Contrastando con esto, en los Países Bajos, la alianza de los Verdes con la izquierda ganó contra la ultraderecha de Geert Wilders, y en Dinamarca, mantuvieron su fuerza con tres escaños.
El eurodiputado holandés, Bas Eickout, afirmó que estas elecciones no han sido un referéndum sobre el Pacto Verde Europeo. Pese a los resultados dispares, Eickout sostiene que no se pueden hacer interpretaciones simplistas. Mientras tanto, Hannah Neumann, candidata de la Alianza 90/Los Verdes, lamentó cómo la derecha radical ha logrado imponer su narrativa, convenciendo a los votantes de que deben elegir entre la protección del clima y la economía, cuando en realidad, ambos temas están intrínsecamente vinculados.
Según una encuesta de Focaldata en Alemania, Francia, España, Polonia, Italia y Suecia, el cambio climático ha pasado a ocupar el quinto lugar en la lista de prioridades de los votantes europeos, detrás de la inflación/coste de vida, la seguridad, la inmigración y la desigualdad económica.
Laurence Tubiana, artífice del Acuerdo de París y líder de la Fundación Europea para el Clima, rechaza caer en el fatalismo. Para ella, no puede haber solución a la crisis del coste de la vida, a la seguridad o a la competitividad sin transición ecológica.
Por otro lado, el ‘greenlash’ ya provocó en febrero el primer y notable retroceso en las políticas ambientales de la UE, con la renuncia al objetivo de reducir un 50% el uso de pesticidas en el 2030, reconocido por la propia presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, como «un símbolo de polarización».
El Pacto Verde Europeo propone la reducción de emisiones de CO2 en un 55% en el 2030 y el cero neto en el 2050. Los objetivos para el 2040 deben ser fijados en los próximos años y la presión en el nuevo Parlamento Europeo será cada vez mayor para revisar metas como la prohibición de la venta de automóviles diésel y de gasolina en el 2035.
Julian Popov, ex ministro búlgaro de Medio Ambiente, advirtió sobre el error de la UE al llamar ‘Pacto Verde’ a la agenda ambiental, ya que eso supuso ponerle una etiqueta ideológica que ahora está pasando factura en la forma del ‘greenlash’.
El ministro danés de Política Climática Global, Dan Jorgensen, asegura que la transformación verde no retrocederá. Jorgensen sostiene que el avance se mide también en cómo la agenda ambiental ha calado en los últimos años en partidos de todo el espectro político.