Abandonen el partidismo, europeístas que participan | Elecciones europeas 2024 | Noticias

EL PAÍS

El proyecto europeo de la Unión Europea se encuentra frente a desafíos existenciales, que en los próximos años requerirán una inmensa capacidad de adaptación a la realidad contemporánea. El reciente panorama político, influenciado por los resultados de las elecciones europeas, ha complicado aún más una tarea que ya de por sí resultaba ardua. Dos factores problemáticos marcarán la nueva legislatura si los resultados definitivos confirman las proyecciones iniciales: el avance de las fuerzas ultraderechistas nacionalistas y los golpes sufridos por los líderes actuales en Berlín y París.

El avance de las fuerzas ultraderechistas nacionalistas es uno de los grandes desafíos que enfrenta la Unión Europea. La heterogeneidad de los partidos que componen esta galaxia es notable, sin embargo, la mayoría de ellos representan un voto de rechazo o escepticismo hacia el rumbo de la integración europea. Este voto refleja un descontento con el sistema actual, que será difícil de revertir. No obstante, la solución no radica en aceptar las tesis de sus líderes, sino en reducir los motivos de malestar de sus votantes.

El segundo factor problemático para la construcción europea es el golpe sufrido por los líderes en Berlín y París, considerados fuerzas motrices claves para el proyecto europeo. Este golpe ha desplazado el baricentro de la UE hacia una derecha euroescéptica y ha causado inestabilidad en sus dos mayores patas nacionales.

A pesar de estos problemas, ninguno de ellos es insuperable. A nivel paneuropeo, no se puede subestimar la importancia del voto ultra. Sin embargo, a pesar de su auge, la coalición europeísta tradicional —compuesta por populares, socialdemócratas y liberales— mantiene una mayoría en la Eurocámara. El desafío es que esta mayoría es ajustada y, debido a la historia de los grupos, no suelen votar de manera compacta. En la mayoría de las ocasiones, estas divergencias no se deben a grandes dilemas de principios, sino a pequeños cálculos partidistas.

Además de la coalición europeísta tradicional, el grupo de los verdes también actúa como refuerzo, ampliando la base europeísta. Lo que se necesita es que las formaciones europeístas dejen de lado los mezquinos cálculos partidistas y converjan en nombre del mayor interés de la construcción común. Esto implica que los populares no deben buscar alianzas ni coquetear con los ultras, y los otros deben reciprocar reconociendo su primacía electoral.

En cuanto al debilitamiento de los dos grandes centros de poder nacional, la situación es complicada. El golpe es duro y plantea la perspectiva de tener dos líderes malheridos en Alemania y Francia. Esta ya difícil relación tiene visos de tornarse aún más compleja debido a la desesperación política de ambas partes. La convocatoria de legislativas anticipadas añade aún más incertidumbre.

El diagnóstico es claro: la UE no está bien preparada para el mundo actual. Tiene un déficit de seguridad y de competitividad. Es demasiado dependiente, frágil y lenta en reaccionar. Algunos creen que la respuesta es la Europa de las naciones, frenar o incluso revertir la integración. Otros creen que la solución es más unión. Estos últimos deben dejarse de partidismos y buscar compromisos con quienes comparten la idea que es la piedra de toque.

En la puerta de entrada de la Eurocámara en esta legislatura deberían grabar una inscripción: “dejad todo partidismo, europeístas que entráis”. De lo contrario, tal vez, en un futuro no lejano aparecería la que estaba en la puerta del báratro de Dante: “dejad toda esperanza”.

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