Por primera vez, Modi queda en minoría parlamentaria en la India y pierde su imagen de político imbatible | Internacional

EL PAÍS

El martes pasado, el primer ministro indio, Narendra Modi, subió al escenario para proclamarse vencedor en las mayores elecciones del planeta y anunciar la formación de su tercer Gobierno consecutivo. Sin embargo, las urnas habían dejado una huella en su imagen de líder fuerte e imbatible. Por primera vez en su carrera política, Modi se ve obligado a dirigir un Gobierno con su partido, el Bharatiya Janata Party (BJP, Partido Popular Indio), en minoría en la Lok Sabha, la Cámara baja que será la encargada de investirle.

A pesar de que sus socios de coalición aseguraron que estarán a su lado, su apoyo será necesario y podrían hacerle tambalear en cualquier momento. Además, una oposición crecida y en fase de recuperación estará pisándole los talones y haciendo marcaje al hombre. “La victoria de hoy es la victoria de la mayor democracia del mundo”, aseguró Modi en el discurso.

El Gobierno “Modi 3.0″, como se le ha bautizado en campaña, será histórico por ser el primer líder que se coloca por tercera vez consecutiva al frente del país desde los tiempos de Jawaharlal Nehru, primer jefe de Gobierno tras la independencia. Sin embargo, el mandato se prevé muy distinto al de la última década, caracterizada por la creciente polarización del país y el laminado de la oposición, la sociedad civil, y los medios de comunicación.

Esta nueva etapa de Modi tendrá que hacer frente al pulso que le echarán los sectores que han sido silenciados; y eso incluye las voces críticas dentro de su propio partido, y las previsibles turbulencias con sus socios de Gobierno. El revés para Modi refleja numerosas dinámicas que la prensa india y los analistas tratan de desentrañar. Estas van desde el esfuerzo de unión de toda la oposición con una coalición de más de 20 partidos, y su estrategia electoral, a un voto de castigo por el elevado desempleo, la rampante desigualdad, la falta de perspectivas de la juventud, y el uso de un discurso religioso divisivo.

El BJP ha sido el partido más votado (36,5% de las papeletas) y el que más escaños (240) ocupará en la Cámara, pero se ha dejado más de 60 asientos por el camino, y queda lejos de sumar la mitad más uno de los 543 sitios en juego. Su tasa de victoria por cada escaño al que ha presentado un candidato ha sufrido una debacle, pasando de casi el 70% en 2019 al 54% en 2024.

Con sus socios de Gobierno de la Alianza Democrática Nacional, cuyo historial voluble no augura una lealtad absoluta al Ejecutivo, los sondeos a pie de urna le atribuían hasta cerca de 400 escaños. Este era el objetivo que también se había fijado Modi. La realidad ha sido mucho más tozuda.

“Será primer ministro, pero de una coalición con partidos con capacidad de veto”, dice Sushant Singh, profesor en Yale e investigador del Center for Policy Research, un instituto con sede en Delhi. Será un líder político “flojo y disminuido”, añade. Con su autoridad reducida de forma drástica, augura un quinquenio con “más preguntas, más tensiones, más presiones y un pulso mayor” por parte de todos los actores: su partido, sus socios de coalición, la oposición de la alianza India, que capitanea el Partido del Congreso, y las propias instituciones del país.

Las políticas económicas de Modi, que han beneficiado principalmente a los grandes magnates sin que los beneficios hayan calado en las clases más desfavorecidas, es uno de los factores principales para el castigo en las urnas. “India es un país tan desigual como Sudáfrica”, subraya Singh. El otro factor, muy vinculado, tiene que ver con una de las estrategias electorales que ha explotado la oposición. La cabeza visible del Partido del Congreso, Rahul Gandhi, ha acusado a Modi de querer alterar, entre otras cosas, las reservas constitucionales establecidas para discriminar de forma positiva a las capas sociales más desfavorecidas.

En esta campaña, el propio Modi ha llegado a afirmar que su existencia tiene un sentido divino: “Estoy convencido de que Dios me ha enviado con un propósito, y cuando ese propósito haya terminado, mi trabajo habrá concluido”. También ha intensificado su lenguaje divisivo contra los musulmanes: los llamó “infiltrados”; aseguró que el partido del Congreso trataría de confiscar el oro y las joyas de las mujeres hindúes; y que la oposición distribuiría la riqueza del país entre los musulmanes.

El gran varapalo del partido de Modi ha tenido lugar en los tres Estados más poblados de la India, Uttar Pradesh, Maharashtra y Bengala Occidental: en ellos, el BJP solo ha ganado 57 asientos de los 170 en disputa, casi la mitad que en 2019; la coalición opositora, en cambio, ha más que duplicado los suyos, pasando de los 42 a los 100. En Uttar Pradesh, un vasto territorio rural y eminentemente agrícola, con más de 240 millones de personas, el partido más votado ha sido el Samajwadi Party (Partido Socialista), una de las formaciones fuertes de la alianza opositora.

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