En un sorprendente giro de acontecimientos, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ha decidido dar un paso dramático en su política migratoria, rindiendo al interés electoral sobre la ideología. En un intento de disputar su posición en las próximas elecciones presidenciales contra el ex presidente Donald Trump, Biden ha fortalecido su postura en la frontera México-Estados Unidos, un tema que ha sido un punto débil en su administración, junto con la inflación y su edad.
La frontera entre los dos países se cerró la noche del martes, permitiendo el cruce solo a través de los puntos oficiales de tránsito. Aquellos que desobedezcan la decisión serán arrestados por la Patrulla Fronteriza estadounidense y serán devueltos a sus países de origen sin derecho a solicitar asilo en los tribunales de Estados Unidos.
La decisión es el resultado de una Orden Ejecutiva que Biden aprobó y anunció en la Casa Blanca, en presencia de varios alcaldes y legisladores demócratas de los estados fronterizos, incluyendo Arizona, un estado clave que podría decidir las elecciones y en el cual Trump tiene una ventaja considerable, según las encuestas.
La nueva regulación establece que si el número de inmigrantes indocumentados arrestados en una semana excede los 2.500, la frontera se cerrará y los detenidos serán devueltos de inmediato a su país de origen. Según los datos del Gobierno, se ha alcanzado el promedio de 2.500 inmigrantes ‘sin papeles’ cruzando la frontera en la última semana, por lo que la norma se ha implementado de inmediato. Inicialmente, Washington había considerado la posibilidad de establecer un límite de 4.000 o 5.000 inmigrantes pero finalmente optó por la norma más dura.
La decisión de Biden es una respuesta a la desesperación electoral y política ante la persistente crisis migratoria, que aunque ha disminuido dramáticamente en las últimas semanas, sigue siendo uno de los principales argumentos de Trump en las elecciones del 5 de noviembre.
Biden ha estado atrapado en el fuego cruzado de los republicanos que, después de acusarlo por la llegada masiva de inmigrantes indocumentados, votaron ‘no’ a una ley propuesta por la Casa Blanca que hubiera aumentado la seguridad fronteriza. Este movimiento estratégico de la oposición asegura que la crisis continúe siendo un foco de desgaste para Biden.
Además, la población de origen latino en los Estados Unidos, no es un bloque homogéneo en cuanto a la cuestión de la inmigración. Un estudio realizado hace tres años por el Pew Research Center, una organización independiente, mostraba que los inmigrantes naturalizados -los que han adquirido la nacionalidad estadounidense- apoyan mayoritariamente el endurecimiento de las medidas de control fronterizo.
Por ejemplo, en Texas, un estado en el que el 39.3% de la población es hispana, el 56% de los votantes está a favor de que la inmigración ilegal sea un delito penado con cárcel, según una encuesta de la Universidad de Texas.
Sin embargo, Biden también está siendo acosado por la izquierda de su partido, que es fuertemente pro inmigrante y que ve en su nueva política un regreso a las políticas antiinmigratorias de Donald Trump. Curiosamente, estos mismos grupos parecen olvidar que Barack Obama también tuvo una política anti inmigración muy dura, aunque evitó hacerla su bandera política, a diferencia de su sucesor.
Desde California, uno de los cuatro estados que colindan con México, las críticas a la nueva política de Biden fueron inmediatas y contundentes. El senador Alex Padilla, presidente del subcomité judicial del Senado sobre inmigración, ciudadanía y seguridad fronteriza, aseguró que Biden «ha socavado los valores estadounidenses» y ha abandonado las obligaciones de la nación para proporcionar refugio a las personas que huyen de la persecución, la violencia y el autoritarismo.
Padilla agregó que «esta prohibición de asilo no abordará los desafíos en nuestra frontera», al igual que sucedió durante la Administración Trump. Predijo que conducirá a que las personas con solicitudes legítimas de asilo se les impida buscar seguridad y se les devuelva al país en peligro.
Con esta nueva disposición, Biden adopta una posición más dura que los demócratas que le precedieron y también que buena parte de su propio partido. El objetivo es el mismo que en 2020: atraer a los independientes de centro. La gran diferencia, en esta ocasión, es que después de tres años y medio de cambios políticos, que han ido desde abrir casi totalmente las puertas a los inmigrantes hasta ahora cerrarlas casi por completo, su credibilidad en este terreno es mínima. Sin embargo, Biden parece no tener otra alternativa.