El futuro del antiguo ideal de integración se encuentra en juego frente al surgimiento de la «Europa de las naciones» | España

EL PAÍS

La narrativa de la Unión Europea (UE), una vez considerada un relato de paz y progreso surgido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, se encuentra en retroceso. La visión idealista de una Europa unida en democracia y progreso, descrita por el economista estadounidense Jeremy Rifkin como «el sueño europeo», se ha visto desafiada y erosionada en los últimos años.

La historia de Europa es vista por algunos como una parábola optimista, con la UE emergiendo como una «tierra prometida» de democracia y progreso. Personajes como el francés Jean Monnet, el alemán Konrad Adenauer y el italiano Alcide De Gasperi fueron aclamados como los «padres fundadores» de esta nueva Europa. Sin embargo, este relato se encuentra hoy en un estado de «agotamiento», según el historiador Antonio Moreno, autor de El fin del relato europeo.

Según Moreno, a medida que avanza el individualismo y se debilita el espíritu de solidaridad, también se debilita el discurso que vincula el proyecto de la UE con los ideales ilustrados de igualdad y progreso social. Esta erosión de los valores fundamentales de la UE también es notada por otros expertos como Javier de Lucas, fundador del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Valencia, y Ruth Ferrero, profesora de Ciencia Política adscrita al Instituto Complutense de Estudios Internacionales.

En este vacío, han surgido narrativas alternativas impulsadas por fuerzas de extrema derecha. Estas narrativas presentan a Europa como una entidad cristiana bajo amenaza del multiculturalismo y la pérdida de valores tradicionales occidentales. Se oponen a lo que perciben como un orden natural amenazado por enemigos culturales como la «ideología de género» y la «izquierda woke«.

Esta nueva narrativa ha ganado terreno en un contexto de crisis y problemas en el proceso de integración europea. Sin embargo, en lugar de buscar abandonar la UE, las fuerzas de extrema derecha como Vox buscan redefinirla como una «Europa de las naciones». A pesar de su énfasis en la soberanía nacional, no rechazan el concepto de «Europa», sino que tratan de apropiárselo.

El catedrático de Estudios Europeos de la Universidad de Oxford, Timothy Garton Ash, advierte sobre la eficacia política de estas narrativas alternativas. Frente al relato europeísta, que describe una progresión «de un lugar peor a uno mejor», el discurso euroescéptico vende una historia de deterioro y culpa a la Unión por ello.

El proyecto de la UE, que surgió en los años cincuenta, ha enfrentado numerosos desafíos y reveses en las últimas dos décadas. El rechazo de Francia y Holanda a la Constitución europea en 2005 fue un golpe a la ilusión del consenso prointegración. La votación favorable al Brexit en 2016 marcó el fin de la utopía paneuropea. Sin embargo, el golpe más duro fue la crisis económica que comenzó en 2008, que socavó la idea clave de la «solidaridad» europea.

La crisis de los refugiados en 2015 también alimentó el auge de las fuerzas de extrema derecha y colocó la inmigración en el centro del debate europeo. De Lucas y Ferrero advierten que el retroceso del relato europeísta no se debe solo al avance de las fuerzas contrarias, sino también a la debilidad de los defensores de los valores fundacionales de la UE.

La revitalización de la narrativa de la UE requerirá una doble defensa de los valores democráticos y del Estado del bienestar frente al ultraliberalismo, según Núñez Seixas. De Lucas argumenta que la lucha contra la desigualdad es esencial para una UE creíble, mientras que Ferrero señala que aún queda pendiente una reforma fiscal a escala europea para lograr una Europa redistributiva.

Según Áurea Moltó, directora del consejo científico del Real Instituto Elcano, el problema no es de relato, sino de «desempeño». La UE no necesita inventar una nueva narrativa, sino cumplir con la que tiene. Asimismo, Garton Ash sostiene que solo se puede contar una buena historia si se tiene una buena historia que contar. En su opinión, los europeístas deben explicar con un lenguaje «claro y directo» que la UE es un «logro excepcional» que «puede romperse fácilmente».

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