Donald Trump sostiene que «no recibió un juicio justo» y que «estaba manipulado».

Donald Trump asegura que "no ha tenido un juicio justo" y que "estaba amaado"

El 5 de noviembre, se abre una nueva página en la historia de Estados Unidos, cuando se unirá a países como Sudáfrica y Brasil al tener a una persona condenada en firme por la Justicia por un delito penal como jefe del Estado. En el pasado, Sudáfrica tuvo a Nelson Mandela, quien fue encarcelado durante 27 años por sabotaje contra el régimen racista del Apartheid. En Brasil, el actual presidente, Lula, fue condenado a 17 años de prisión por corrupción, aunque solo sirvió uno y medio antes de que su juicio fuera anulado.

Hoy, es el turno de Estados Unidos. Donald Trump es un criminal convicto. Aunque la sentencia del juez neoyorquino Juan Merchan no se conocerá hasta el 11 de julio a las 10 de la mañana hora de Nueva York, Trump ya tiene antecedentes penales. Esta es una situación sin precedentes en una democracia. Estados Unidos no tiene ninguna ley que impida que un delincuente sea jefe del Estado y del Gobierno.

Trump es el favorito para ganar las elecciones, según el mercado de apuestas políticas Polymarket. Los jugadores le dan un 55% de posibilidades de vencer frente al 39% de Biden. En el resumen de encuestas FiveThirtyEight, de la cadena de televisión ABC, Trump va dos puntos por delante.

Trump ha aprovechado la decisión del jurado para su campaña electoral. Y sus seguidores han respaldado esa actitud. La web de su campaña se cayó debido al aluvión de donaciones. En solo quince horas, Trump recaudó 34,8 millones de dólares. El Partido Republicano cerró filas totalmente alrededor de Trump.

En un discurso de casi una hora, Trump atacó a todos y a todo. Llamó «demonio» a Merchan, declaró que «vivimos en un Estado fascista», y confirmó que apelará la sentencia. Según él, no ha tenido «un juicio justo» y el proceso ha estado «amañado».

Trump volvió a acusar a «países de África, de Asia», de «vaciar» sus manicomios y cárceles y enviar a los internos como inmigrantes ilegales a Estados Unidos. También atacó a los coches eléctricos, a pesar de que esos vehículos no estaban imputados.

El magnate acusó a la Casa Blanca de orquestar su juicio y veredicto: «Todo esto está hecho por Biden y su gente». «Soy el candidato líder. Estoy liderando a Biden por mucho, y estoy liderando a los republicanos hasta el punto en que eso se ha acabado», dijo Trump sobre su intención de voto en la campaña.

Un par de horas más tarde, Joe Biden habló desde la Casa Blanca y calificó de «extremadamente irresponsables» las declaraciones de Trump y de los republicanos cuestionando la imparcialidad del sistema de Justicia estadounidense. Pero sus palabras, como suele ser habitual, llegaron tarde; su mensaje, al igual que siempre, fue suave; y su argumento, una vez más, pasó desapercibido.

Según una encuesta llevada a cabo por la Universidad Marista de EEUU antes de la sentencia, el veredicto del juicio de Nueva York sobre los pagos de Trump a la actriz pornográfica Stormy Daniels no influiría en la decisión de voto del 67% de los estadounidenses. Un 17% declaraba que «haría menos probable» que le dieran su apoyo al candidato republicano, y un 15% exactamente lo contrario. Estadísticamente, esas diferencias son irrelevantes.

El mejor termómetro para ver si la sentencia daña a Trump es la reacción de los líderes de su partido. Y esa ha sido clara. Los republicanos han cerrado filas con el presidente, machacando el sistema de Justicia estadounidense y acusando a todo el proceso de haber sido políticamente motivado. Paradjicamente, tienen razón: el juicio podría haber sido mucho menos dañino para Trump si el propio Gobierno de Trump no hubiera interferido en él.

Cuando estalló el escándalo de los cheques a Stormy y su ocultación como pagos a un asesor de Trump, Michael Cohen, Trump estaba en la Casa Blanca. Fue su fiscal general, Bill Barr, quien bloqueó el caso en el sistema federal de Justicia, que depende del Gobierno de Washington.

De este modo, todo el proceso cayó dentro de la jurisdicción de Nueva York, un estado que no profesa ninguna simpatía por Trump, a pesar de que nació y desarrolló la mayor parte de su actividad profesional allí. Al ser un delito estatal y no federal, Trump no puede «autoperdonarse», si gana las elecciones. Su única opción es apelar a la Justica de Nueva York, el estado que le ha condenado.

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