En un caso que arroja una sombra sobre el mundo del yoga, la Fiscalía alemana está investigando a la organización Yoga Vidya, la mayor proveedora de cursos y seminarios para profesores de yoga en Europa, sobre si sus estudiantes sabían que estaban trabajando en un edificio contaminado con asbesto cuando ayudaron a rehabilitar un antiguo balneario. La pregunta clave es si el fundador y líder espiritual de Yoga Vidya, Sukadev Bretz, utilizó la doctrina del karma yoga para ahorrarse dinero.
La filosofía del karma yoga, similar a la frase en español sarna con gusto no pica, se basa en las enseñanzas del Bhagavad Gita, un texto sagrado del hinduismo. Sugiere que los actos desinteresados conducen a un crecimiento espiritual y a un estado de sattva, o pureza y conocimiento.
La organización Yoga Vidya, fundada hace casi 30 años para llevar «luz, alegría y paz al mundo», cuenta con unos 80 centros de yoga y cuatro ashrams, o centros de meditación y enseñanza hinduista en Alemania, Países Bajos, Austria y España. Los ashrams son comunidades cerradas donde los estudiantes y maestros viven juntos, y la organización afirma haber capacitado a 24.000 personas como profesores de yoga, además de acoger a miles de invitados en sus cursos y seminarios cada año.
En 2018, el compromiso de los estudiantes de Yoga Vidya era ayudar a la organización a reconvertir una clínica abandonada en el bosque de Teutoburgo, en Renania del Norte-Westfalia, en un centro de seminarios y alojamiento para más de mil huéspedes. Se informa que los estudiantes de yoga realizaron tareas como arrancar papel pintado de las paredes, tirar muebles, abrir ventanas y formar equipos de limpieza para rehabilitar el edificio, que ahora se sabe que estaba contaminado con amianto y otras sustancias tóxicas.
Los expertos aconsejaron que la limpieza se dejara en manos de profesionales, pero Bretz negó a la comunidad que hubiera cualquier exposición a sustancias dañinas para la salud. Con el trabajo voluntario, la organización pudo ahorrar 1,5 millones de euros de los cinco que costó la obra.
Además, la reputación de Bretz se ha visto afectada por las acusaciones de que ha estado pagando a sus cientos de empleados por debajo del salario mínimo. Bretz argumenta que Yoga Vidya no es un empleador normal, sino una comunidad religiosa y que son sus miembros los que votan sus salarios.
La situación se complica aún más por el hecho de que los empleados, conocidos en sánscrito como sevakas o sirvientes, reciben solo 300 euros al mes como dinero de bolsillo, además de alojamiento y comida gratuitos, a cambio de 40 horas de trabajo a la semana. Esta dinámica ha sido cuestionada por el Tribunal Federal de Trabajo de Erfurt, que ha fallado a favor de dos ex sirvientes de Yoga Vidya que reclamaban el pago retroactivo del salario mínimo por sus años de trabajo.
A pesar de las preocupaciones de que otros ex sevakas podrían seguir el mismo camino y llevar a la asociación a la bancarrota, la organización sigue en pie. A medida que la investigación continúa, la comunidad de Yoga Vidya y el mundo del yoga en general esperan las conclusiones con gran interés. Con la creencia del karma yoga en juego, es evidente que esta doctrina puede interpretarse de muchas formas, pero la cuestión de si el ‘karma con gusto no pica’ en este caso, se mantiene abierta.