El presidente de Bolivia, Luis Arce, ha hecho acusaciones alarmantes durante la conmemoración del Regimiento Primero de la Infantería Colorados, la escolta presidencial. El mandatario ha utilizado esta plataforma para acusar, sin mencionarle explícitamente, a Evo Morales y a sus seguidores de planificar un «golpe blando» contra su gobierno. Las afirmaciones de Arce se centran en una supuesta conspiración para desestabilizar el orden constitucional del país.
Evo Morales, el ex-presidente de Bolivia, fue despojado de su posición en el congreso del Movimiento Al Socialismo (MAS) en La Paz. Morales, que ha gobernado su partido con autoridad indiscutida durante 25 años, está ansioso por recuperar la presidencia, una ambición que ha causado divisiones dentro de la revolución indígena.
Arce ha descrito las amenazas a la integridad territorial del país como «enormes». Según él, estos intentos buscan suprimir la participación del pueblo en el gobierno. Rolando Cullar, un diputado oficialista, ha ido más allá, afirmando que los conspiradores planean utilizar armas de fabricación casera que están siendo producidas en Chapare, el territorio de Morales. Este grupo, según el gobierno, estaría conspirando con la Embajada de Estados Unidos y con una veintena de diputados leales a Morales.
El gobierno boliviano ha estado lidiando con dificultades para obtener dólares, lo que ha provocado bloqueos y marchas de transportistas. Como respuesta, ha llamado al diálogo e instalado una mesa de trabajo en un intento de evitar futuros bloqueos de carreteras.
Morales ha rechazado estas alegaciones. En una defensa enérgica, argumentó que su vida política ha sido siempre pública y que las mentiras nunca han funcionado en su contra. Morales también criticó al ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, acusándolo de estigmatizar el Trópico de Cochabamba, una región que cuenta con muchos seguidores de Morales, mientras encubre y protege el narcotráfico.
Esta lucha interna dentro del MAS ha disparado las alarmas entre sus aliados continentales, especialmente en Venezuela, donde Nicolás Maduro mantiene buenas relaciones con ambos políticos bolivianos. En respuesta a esta crisis, el Grupo de Puebla, un foro que agrupa a líderes izquierdistas, revolucionarios y populistas, ha creado una comisión para intentar, sin éxito, mediar una tregua entre ambos líderes.
Las tensiones en Bolivia están en un punto crítico y la situación es cada vez más preocupante para los observadores internacionales. El país se encuentra en una encrucijada política y social, con poderosos actores luchando por el control y la dirección de su futuro. La acusación de un «golpe blando» por parte del presidente Arce añade una nueva dimensión a esta crisis, aumentando la incertidumbre sobre lo que el futuro puede deparar para Bolivia.