La ciudad de Rafah, una localidad de gran importancia estratégica, militar y retórica tanto para Israel como para Hamas, ha sido, una vez más, el escenario de un devastador ataque aéreo israelí. Este infortunado evento ha resultado en la muerte y heridas de decenas de civiles palestinos, colocando a Rafah en el centro de atención internacional.
Israel ha manifestado que su intención era llevar a cabo un ataque selectivo contra dos cabecillas de Hamas en la región. Sin embargo, el ataque ha desencadenado un incendio que se convirtió en una trampa mortal para al menos 45 personas.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha expresado su pesar por lo que él considera un «trágico error». Según Netanyahu, la muerte de civiles es «una tragedia para nosotros y una estrategia para Hamas».
Rafah, además de ser el foco de tensiones entre Israel y Hamas, ha sido el escenario de un incidente sin precedentes en 234 días de guerra: un tiroteo entre soldados israelíes y egipcios. Este raro y breve enfrentamiento resultó en la muerte de un militar egipcio y ha llevado a ambas partes a prometer una investigación.
Según Ashraf Al Qidra, portavoz del Ministerio de Sanidad de Gaza controlado por Hamas, al menos 45 personas, incluyendo más de 20 mujeres, niños y ancianos, han muerto después de que varios misiles israelíes en el barrio de Tel Al Sultan, situado en la parte occidental de Rafah, provocaran un incendio en tiendas de campaña en una zona que se ha convertido en refugio para miles de desplazados.
Hamas y Fatah han denunciado «una nueva masacre» y han exigido a la ONU que obligue a Israel a cumplir la orden de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que ha exigido el cese de cualquier operación militar israelí en Rafah.
El Ejército israelí niega haber atacado la zona humanitaria de Al Mawasi y asegura haber tomado precauciones para minimizar el riesgo para los civiles. Según Israel, el bombardeo fue ordenado «en base a información precisa de Inteligencia y efectuado con munición precisa y de acuerdo con el Derecho Internacional» contra Yassin Rabia, comandante del mando de Hamas, y Khaled Nagar.
Imágenes de los cuerpos carbonizados de civiles en el incendio han provocado indignación y condena generalizadas. Israel ha reaccionado relativamente rápido anunciando una investigación al más alto nivel militar, también debido al temor a una reacción adversa de la Administración Biden, que mantiene su apoyo diplomático y militar a su gran aliado en la región.
Qatar, tras acusar a Israel de una «grave violación del Derecho Internacional», ha advertido que el ataque podría «complicar los esfuerzos de mediación en curso».
Rafah ha sido el gran objetivo anunciado una y otra vez por Netanyahu para «acabar con los últimos batallones de los terroristas de Hamas» y al mismo tiempo el último refugio para alrededor de 1,4 millones de habitantes, entre ellos un millón de desplazados desde el inicio de la ofensiva terrestre en el norte de Gaza.
A pesar de que el Tshal (Israel) es uno de los ejércitos más poderosos de la región, esto no impidió el monumental fracaso de la infiltración armada de Hamas del pasado 7 de octubre, ni le ha permitido lograr los dos grandes objetivos trazados: liberar a todos los secuestrados en manos de las milicias y eliminar las capacidades militares y de poder de Hamas en un enclave donde nadie se siente seguro en ningún sitio.
Estos eventos trágicos subrayan la volatilidad y la complejidad de la situación en Rafah y sirven como un sombrío recordatorio de los altos costos humanitarios del conflicto en curso.