Últimas seis semanas para ganar el control de Downing Street | Internacional

EL PAÍS

El candidato del Partido Laborista, Keir Starmer, es el favorito en las encuestas para ser el nuevo primer ministro del Reino Unido. A sus 61 años, Starmer ha demostrado una disciplina espartana y una estrategia metódica que ha permitido reconducir a su formación política después de la desastrosa derrota que sufrió en 2019 frente a Boris Johnson, que resultó en el peor resultado laborista en más de ochenta años.

La política es un terreno incierto, y aunque las encuestas favorecen a Starmer, hay quienes advierten que nada está decidido hasta que se cuenten los votos. Philip Collins, quien ha colaborado en la construcción del mensaje de Starman y es conocido por haber escrito los mejores discursos de Tony Blair, opina que, aunque es más fácil predecir el resultado en esta ocasión, no se puede dar por hecho el comportamiento de los votantes.

Los eventos políticos recientes, como el desastre presupuestario de la ex primera ministra Liz Truss y su responsable de Economía, Kwasi Kwarteng, el cambio en el clima político de Escocia, y una inflación que se movió por encima de los diez puntos, son factores que han influido en el cambio de parecer de los votantes.

El Partido Laborista actualmente tiene una ventaja de 20 puntos porcentuales sobre los tories en todas las encuestas. Todo parece indicar que Starmer será el próximo primer ministro, pero solo el tiempo lo dirá con certeza.

Starmer ha comenzado su campaña con un viaje a Escocia, un lugar que históricamente ha sido un baluarte laborista. Desde los años sesenta hasta la primera década del siglo actual, el Partido Laborista arrasó en Escocia. Sin embargo, en las elecciones de 2019, solo 2 de los 59 diputados escoceses eran laboristas; 43 pertenecían al Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés).

El SNP, que ha sido el principal impulsor del independentismo en Escocia, está en horas bajas. Cuenta con un apoyo muy bajo a la secesión por parte de la ciudadanía, un escándalo financiero y tres renovaciones de la dirección en poco más de un año. Starmer ve esto como una oportunidad para recuperar un buen número de escaños y obtener una mayoría holgada en el Parlamento de Westminster.

El Partido Laborista está en alza y probablemente arrebatará un puñado de escaños al SNP. Existen divisiones muy dolorosas en el seno del movimiento independentista que podrían beneficiar al partido de Starmer. Los cálculos actuales señalan que uno de cada cinco de los que en 2014 respaldaron la secesión en el referéndum estarían ahora dispuestos a votar a los laboristas con tal de expulsar del Gobierno a los tories.

Starmer ha demostrado disciplina y frialdad en su campaña. Ha barrido del partido cualquier rastro de su predecesor, Jeremy Corbyn, que escoró al laborismo hacia planteamientos de izquierda excesivos para el votante medio británico. Cuando Corbyn se resistió a admitir los episodios de antisemitismo que una comisión independiente había detectado en el seno de la formación, Starmer no dudó en expulsarlo del grupo parlamentario.

El Partido Conservador y su candidato, Sunak, han comenzado a atacar a Starmer con mensajes que rozan cierto infantilismo. En la cuenta de X (antes Twitter) del partido, han publicado una foto con tres cajas y tres muñecos del candidato, como si fuera el Ken de Barbie.

Para ganar las elecciones, hay que tener claras tres cosas: los logros del candidato, las debilidades del rival y las propuestas para el futuro. Sunak arrastra, aunque no sea el principal culpable de todo ello, las ruinas de 14 años de gobiernos conservadores marcados por la austeridad y el Brexit.

Starmer, en cambio, representa a ojos de muchos votantes una promesa de estabilidad y responsabilidad frente al caos dejado por los tories. Su única baza, según ha demostrado en las primeras horas de campaña, es intentar sembrar la duda sobre las futuras políticas de un Gobierno de izquierdas.

La parte más delicada de la recta final de Starmer en su carrera hacia Downing Street será dosificar a lo largo de seis semanas las recetas con las que pretende remontar un país que muchos ciudadanos ven en decadencia, pero sin provocar temor o recelo en una clase media que, por tradición, tiende a ser conservadora.

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