En los últimos días, Taiwán ha estado en el centro de atención de la atención internacional debido a la intensa actividad política y militar que ha suscitado preocupación tanto a nivel interno como externo. Apenas tres días después de la toma de posesión del nuevo presidente, Lai Ching-te, se produjeron escenas caóticas dentro del Yuan Legislativo, el Parlamento de Taiwán, con diputados peleándose por una controvertida reforma parlamentaria que busca otorgar un mayor control al Ejecutivo. Esta situación llevó a que cinco legisladores terminaran en el hospital.
Pero la tensión no se limitó a las fronteras de la isla. Tres días después de la toma de posesión del nuevo presidente, aviones de combate y buques de guerra rodearon Taiwán en una demostración de fuerza sin precedentes. El ejército chino lanzó un gran simulacro de invasión sobre la isla autogobernada que Pekín considera una provincia separatista. Hubo un bloqueo militar y los cazas chinos ejecutaron ataques simulados hacia la infraestructura crítica de la isla.
El inicio del tercer mandato consecutivo de Lai Ching-te, un médico de 64 años que es miembro del Partido Demócrata Progresista (PDP), ha sido bastante agitado. Si bien las maniobras de presión de las fuerzas chinas han captado la atención de la comunidad internacional, en Taipei, la capital taiwanesa, el centro de atención estaba puesto en las trifulcas políticas internas.
El viernes por la noche, decenas de miles de personas, la gran mayoría jóvenes seguidores del PDP, protestaron frente al Parlamento contra la propuesta de la oposición para que el legislativo tuviera más poderes para vigilar al Ejecutivo. Esta medida dificultaría la gobernabilidad del PDP, que está en minoría en la cámara.
El principal partido opositor, el Kuomintang (KMT), ha sumado mayoría con la tercera fuerza, el Partido Popular de Taiwán, para tratar de sacar adelante una ampliación de poderes del Parlamento que convierte en delito que los funcionarios del Gobierno mientan en audiencias parlamentarias. Esta medida podría ser castigada con hasta un año de prisión.
Sin embargo, la parte de la propuesta que más preocupa al PDP es la que establece que los parlamentarios podrán exigir conocer información militar clasificada. Algunos funcionarios sostienen que esto podría provocar continuas filtraciones de inteligencia que pondrían en peligro los avances en seguridad que lleva tiempo persiguiendo Taipei.
Desde el PDP acusan a la oposición de «conspirar con el Partido Comunista chino», mientras que los políticos del KMT defienden que el actual sistema político de Taiwán otorga demasiado poder al presidente, y que en cualquier democracia del mundo el trabajo del Ejecutivo tiene que estar supervisado por el Parlamento.
Otro aspecto controvertido del proyecto de ley es un plan de infraestructuras para un tren de alta velocidad y mejores carreteras en la costa este de la isla, una zona propensa a terremotos, deslizamientos de tierra y tifones. Los críticos argumentan que los fondos que se quieren destinar para este proyecto se restarían de la partida de los presupuestos nacionales dispuestos para que el ejército mejore sus tácticas de disuasión frente a un ataque de China.
Mientras tanto, en Pekín se frotan las manos ante cualquier inestabilidad política que estalle en la isla que funciona de facto como cualquier otro país independiente. Algunos analistas están comparando las protestas de estos días con el movimiento del girasol de 2014, cuando miles de taiwaneses se manifestaron contra un acuerdo comercial entre el Gobierno chino y el taiwanés, entonces dirigido por el KMT.
Las discusiones se prolongan en la capital taiwanesa mientras que en Pekín presumen durante el fin de semana de la demostración de fuerza militar durante los últimos simulacros en los que sacaron a pasear cazas, bombarderos armados con misiles reales y buques de guerra cerca de las costas taiwanesas. El Ministerio de Defensa de la isla dijo que 62 aviones del ejército chino y 27 buques operaron el viernes alrededor de Taiwán.
La tensa situación política y militar en Taiwán ha puesto de relieve la delicada situación en el estrecho de Taiwán, un punto caliente geopolítico que podría tener repercusiones significativas para la estabilidad regional e incluso mundial.