El líder laborista británico, Keir Starmer, ha comenzado su campaña electoral prometiendo un cambio y el fin del caos, buscando reconstruir el Reino Unido. Este jueves marcó el inicio de la primera jornada electoral oficiosa en Reino Unido. El Partido Laborista, la segunda fuerza política del país, ha tomado una ventaja de 20 puntos sobre el Partido Conservador en las encuestas. Este anuncio llega minutos después de la sorpresiva convocatoria de elecciones generales para el 4 de julio por parte del primer ministro, Rishi Sunak, en el exterior de Downing Street.
En el video inicial de su campaña, Starmer acusó a los Tories de fracasar después de 14 años en el poder. Dijo: «Nada parece funcionar… el caos político y la división alimentan el declive y tienen un coste humano». Señaló que la economía, el sistema de salud, el coste de la vida y la inmigración son cuestiones prioritarias para la población. En cuanto a la cuestión europea, tras el cisma del Brexit, este tema ha pasado a un sexto plano, con la excepción de Escocia, donde la reunificación con la UE se combina con las aspiraciones de romper con el resto del Reino Unido.
Starmer propone mejorar las relaciones con Bruselas sin retornar al mercado común ni a la unión aduanera. Su mensaje se centra en las consecuencias de la inflación en el coste de la cesta de la compra con los conservadores, el golpe de los inversores a la efímera Administración de Liz Truss y los problemas de comportamiento antisocial que están destruyendo la convivencia en los barrios menos prósperos.
Por su parte, el primer ministro Sunak evitó entrar en detalles personales, siendo el premier más rico en tiempos recientes, y utilizó imágenes de su declaración bajo la lluvia del día anterior para sugerir que el comienzo de su campaña no fue un desastre. «El plan está funcionando. No arriesguemos el progreso», instó, antes de emprender un viaje por el norte de Inglaterra, Gales y Escocia.
Sunak, cuyo liderazgo del Partido Conservador y del gobierno comenzó en octubre de 2020, ha basado su estrategia en su gestión de la pandemia como ministro de Finanzas, su estrategia económica y en sembrar el miedo en torno a la coyuntura internacional, con la guerra de Rusia en Ucrania, la ofensiva de Israel sobre Gaza, la amenaza de Irán y el poderío de China.
Además, Sunak se aferra a su objetivo de deportar a los solicitantes de asilo a Ruanda este verano, a pesar de que admitió que los traslados comenzarían después de las elecciones. «Los vuelos despegarán si soy elegido», dijo a los medios. Para contrarrestar esto, Starmer se ha comprometido a abortar el controvertido plan de exportar refugiados al país africano.
Ambos líderes tienen que lidiar con las facciones radicales de sus partidos. Sunak, que está inclinando al partido hacia posturas de extrema derecha, se libera de la amenaza del ex eurodiputado Nigel Farage, quien ha confirmado que no se presentará a las elecciones generales. Farage es presidente honorífico de Respect, un grupo nacionalista y antiinmigración que está atrayendo a desertores, diputados y votantes conservadores.
Por su parte, Starmer lucha contra la sombra de su predecesor, el izquierdista e internacionalista Jeremy Corbyn. En su giro al centro, Starmer ha perdido diputados, afiliados y votantes de izquierdas, incluyendo a los musulmanes que lamentan su débil defensa de los palestinos en Gaza. Corbyn está a punto de confirmar (aunque aún no lo ha hecho) su candidatura por Islington North, un escaño del noroeste de Londres que ha representado durante cuatro décadas y que probablemente retendrá como independiente.