Dos gigantes del baloncesto europeo, herederos de la grandeza del legendario Zeljko Obradovic, volvieron a protagonizar una Final Four en una semifinal impregnada de nostalgia y marcada por la impronta de sus entrenadores, Ataman y Jasikevicius. La tarde en Berlín se tiñó de verde con el regreso de un histórico a la batalla por el cetro que solía ser suyo. En un choque marcado por el caos, los atenienses, maestros de la defensa y del rebote con el poderoso Lessort, y la genialidad de Nunn y Grant, se impusieron desde el inicio.
La tensión se palpaba en el aire en Berlín, con tres de las aficiones más fervorosas de Europa en la ciudad. El caos se desató en los alrededores del Uber Arena, con altercados, aficionados colándose y detenciones. La primera semifinal tuvo que retrasarse media hora, con los jugadores del Panathinaikos y Fenerbahçe incómodos por la situación, lo que enfrió el ambiente.
El Fenerbahçe tardó más de cinco minutos en encestar su primera canasta en un inicio de partido dominado por el Panathinaikos. La entrada de Sanli dio un respiro al equipo turco, aunque el verdadero salvavidas fue otro ex del Barça, Nigel Hayes-Davis, que se fue al descanso con 12 puntos y su equipo más cerca que nunca (38-36).
Pero el lastre era pesado y el Panathinaikos, con su rotación escasa –Juancho apareció en el segundo cuarto con un triple, pero después de un par de fallos y una reprimenda de Ataman no volvió a aparecer-, respondió a los acercamientos turcos, cada vez más peligrosos (51-50).
Fue en ese momento cuando los griegos apretaron el acelerador para encaminarse hacia aquel lugar que ocuparon durante tanto tiempo, cuando eran los reyes (seis Euroligas de 1996 a 2011). Precisamente aquel título del Sant Jordi fue su última final.
Un parcial de 9-0, con el poderío de Lessort apareciendo en Berlín y Giannis Antetokounmpo observando a su hermano Kostas en primera fila -también Bill Murray estaba entre los vips-, hundió definitivamente a los de Jasikevicius. Cuando Kendrick Nunn asestó un dos más uno y puso la máxima por entonces (65-52), el Fenerbahçe estaba ahogado en su propia frustración ya y restaban cinco minutos. Saras, el único de los cuatro técnicos presentes en la Final Four que sabe lo que es ganarla como jugador, seguirá siendo el único de los cuatro que la sigue sin haber ganado como entrenador y eso que ha estado presente en cuatro de las últimas cinco.
Este encuentro será recordado como una batalla de titanes, una lucha de estrategias donde la defensa y el rebote fueron claves. El Panathinaikos demostró una vez más su maestría en estas áreas, con Lessort como principal baluarte. La genialidad de Nunn y Grant también fue un factor determinante, mostrando su capacidad para tomar el control en los momentos cruciales del partido.
Por otro lado, la actuación de Nigel Hayes-Davis fue lo más destacado del Fenerbahçe, manteniendo a su equipo en la lucha hasta el último minuto. Pero no fue suficiente para superar el poderío del Panathinaikos, que demostró una vez más por qué ha sido uno de los equipos más dominantes de la Euroliga durante las últimas décadas.
En resumen, este encuentro fue un claro ejemplo de la intensidad y la competitividad que caracterizan al baloncesto europeo. Con sus altibajos, sus momentos de tensión y sus destellos de genialidad, esta semifinal será recordada como una de las más emocionantes de los últimos años en la Euroliga.